El viejo tren

La plomiza mañana de San Silvestre de 1984, la estación de La Fuente de San Esteban estaba dominada por la expectación debido a los acontecimientos históricos que se vivían en esa fecha. El reloj marcaba las 10.30 horas y estaba a punto de partir el último tren con destino a la villa lusitana de Barca D’Alba; mientras, el interventor, se afanaba en despachar billetes a los numerosos viajeros que harían el postrero recorrido, quienes formaban una larga cola que cerraba el profesor José Alfredo García Núñez, quien tuvo el honor de adquirir el último billete que se expidió en esa añorada línea, convertido hoy en reliquia de museo.

Momentos más tarde, cuando el señor Mata, el jefe de estación daba con su pitido, la salida al último servicio comercial del tren del Duero, atrás quedaban 75 años de actividad de la línea y la leyenda de centenares de personajes que escribieron el voluminosa libro de su existencia reflejadas en un montón de anécdotas y episodios que se iban, en medio de tantos lamentos, al pozo del abandono. Esos recuerdos se reflejaban en el rostro de los presentes, quienes formaban grupos integrados por viejos ferroviarios, curiosos y añorantes del trayecto que esperaban en la cantina de Fili para presenciar la partida del tren con una lanza clavada en el alma de sus sentimientos.

La clausura era una cruel realidad después de que, desde el desconocimiento de la riqueza del trazado, se ordenase el cierre en la frialdad del despacho del Ministerio de Transportes y Comunicaciones donde sus técnicos únicamente entendían de números y, en ese caso, los de la línea de Barca, como estaban escritos en rojo, no les cuadraban. Aquellos números fueron los que dieron luz verde al cierre, para el que tanto jugó la actitud de otro político, con el agravante de que éste era charro, quien en la anterior legislatura, siendo máximo dirigente de RENFE, declinó una importante partida económica para mejorar su infraestructura, dejando así firmada la sentencia de muerte.

Hoy, a pesar del abandono en la que está inmersa la línea y del tiempo transcurrido, un montón de ‘voces’, que encabeza José Francisco Bautista, el alcalde Hinojosa de Duero, siguen activas para reivindicar su reapertura. Porque lo cierto es que cada vez hay más gente implicada en la lucha para volver a escuchar el traqueteo del tren por las riberas del Yeltes, del Camaces y los campos del Abadengo hasta superar la estación de La Fregeneda, donde se adentra en la magia de los túneles y los puentes metálicos que la convirtieron en la obra ferroviaria más impactante de Europa.

Ha transcurrido mucho tiempo, nada menos que un cuarto de siglo cargado de reivindicaciones y de llamadas que nunca encontraron respuesta para que esos raíles recuperen el brillo perdido y el oeste charro, nuestro particular ‘far west’, vuelva a ser dueño del tesoro más hermoso de Castilla. Del orgullo de los ferrocarriles, si es que llega ese ansiado día en el que la línea se abra para que por ella circule el tren turístico al lado de una preciosa zona que acude al encuentro del Duero.

Este año, con el número redondo que traen el cuarto del siglo después de que la línea entrase en el túnel del olvido la esperanza no se pierde, mientras se barrunta la llegada de las primeras claras que traigan su reapertura para que el pitido del tren vuelva a marcar el rumbo de esas tierras.

Cuando llegue ese esperado día, el sol volverá a brillar como en las grandes solemnidades en una jornada de connotaciones tan distintas a las vividas en plomiza mañana de San Silvestre de 1984. Entonces asistíamos a un entierro en vida, mientras que ahora el sueño es que llegue el final de una larga pesadilla que comenzó cuando los raíles brillaron por última vez al paso de un tren y la espectacular línea entró en el largo túnel del olvido.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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