Santander, ¿una feria autosuficiente?

Soplan vientos revueltos por Santander debido a los avatares políticos generados en su Feria de Santiago a raíz de eliminar la subvención de 100.000 euros inyectada desde el consistorio. La decisión ha caído tan mal en los ambientes taurinos que, incluso, llena de interrogantes el futuro taurino de la capital de La Montaña.

En poco más de un mes volverán los toros a Santander y el precioso coso de Cuatro Caminos acogerá una atractiva feria que imanta gente de toda España y Francia por las connotaciones tan positivas que atesora. Porque Santander supo heredar el vacío de San Sebastián años después de derribar el viejo Chofre para atraer el turismo de playa, gastronomía y toros que perdía Donostia.

Eran los primeros años de la pasada década de los 80 y Santander estaba sumida en el caos taurino. Apenas se programaba una corrida, con cartel de medio pelo, más la Beneficencia, con lo cual el futuro de esa tierra se antojaba tan negro que sobre la propia plaza voló la sombra negra del derribo para construir pisos sobre su solar.

La ciudad daba la espalda a los toros y los más insignes aficionados cántabros acudían a la vecina Bilbao, a Valladolid, Salamanca, Madrid… Entonces, cuando ya parecía que, taurinamente, era irreversible el sagaz Juan Hormaechea, a la sazón alcalde centrista de la ciudad y quien siempre tuvo una enorme visión de futuro decide apostar y recuperar la feria. Y entonces contrata a Paco Gil en labores de gestor y con una importante inversión económica de la noche a la mañana, Santander, presenta una feria de cinco días con las figuras de la época presentes –Curro Romero, Antoñete, Manzanares, Capea, Robles, Dámaso, Curro Vázquez…-. Fue un boom acogido de forma muy receptiva, pero lo importante era que se sembraba la semilla que prendió con tanta fuerza en el futuro.

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El esfuerzo fue muy cuantioso y el propio Hormaechea era sabedor que necesitaba varios años para presentar cuentas con números azules, por lo que siguió afín a seguir adelante con una gran feria que, cada año, contaba con más público y aficionados, sin necesidad ya de regalar entradas a instituciones para que estuviesen ocupados los tendidos. Además, Paco Gil encontró la horma de su zapato con un torero al que apoderó de novillero y dirigió hasta el segundo año de la alternativa. Se trata de Julio Robles, quien cayó de pie en Santander y fue el predilecto de esa plaza, con el que primero contaba la empresa para los mejores carteles. Porque Robles se hizo el torero más querido en esa tierra, en la que repetía los triunfos un año sí y otro también. Hasta que una cruel tarde de verano en Beziers se rompieron para siempre tantas cosas…

Consolidada la feria y ya sin Hormaechea de alcalde, sus sucesores siguen apostando y un día Paco Gil también se marcha de Santander. Dio paso a José Antonio Chopera, quien permaneció en el cargo unos años antes de llegar sus parientes, Pablo y Óscar Chopera. Era la gran feria de julio, antes del fulgor agosteño y allí no faltaba figura alguna, a la par que hoteles y casas de comidas colgaban durante esos días el ‘no hay billetes’, mientras que por las mañanas en la playa del Sardinero decenas de aficionados chapoteaban sobre las olas antes de ir a almorzar a las afamadas casas de comidas para degustar las exquisiteces del Cantábrico.

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La plaza siempre acicalada y limpia, junto a la celebración de coloquios en la mayoría de los hoteles y un ambiente de lujo presidió Santander durante tres décadas, época en la que fue un ejemplo para copiar, mientras nadie se cansaba de alabar lo bien que se hicieron las cosas y, sobre todo, su visión de futuro. Porque se apostó fuerte por la Fiesta y gracias a ella, la ciudad tuvo un inmenso escaparate para mostrar su belleza.

Pero claro, dentro del buen camino también hubo chinas y de ahí llegamos a la realidad que he generado la polémica de eliminar la subvención. Primero si la feria ha sido tan esplendorosa –que lo era-, los llenos casi habituales –ahí están- y todos los demás tan positivo y rentable, ¿cómo es que aún se inyecta dinero desde el Ayuntamiento? Aquí de nuevo volvemos a encontrarnos con un gravísimos problema y es que la Fiesta debe reajustarse económicamente para no depender de nadie. Por ejemplo, si un festejo genera ‘100’ sobre esa cantidad debe completarse el presupuesto. Pero lo que no se puede es que haya figuras que se han malacostumbrado y utilizan su fuerza en la contratación para la feria de Santander cobrando dinerales sabiendo que se trata de dinero es público que, ni de lejos, generan. Y ahí está el punto negro de la subvención y algún día debería estallar.

Ahora la propia realidad pide un cambio de rumbo para que se hagan las cosas bien y se reajustan los balances de ingresos y gastos, que de hacerlo correctamente la subvención de Santander no sería ningún problema –porque no se necesita- y el ciclo es autosuficiente. Pero lo que no se puede pagar a una figura es mucho más de lo que afora la plaza. Y a partir de ahí llegan todo lo demás, pero lo principal es que la Fiesta debe aprender a vivir por sí sola, más en estos tiempos en los que está situada desde tantas trincheras enemigas.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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