La Fiesta de los toreros

Me encanta que esta temporada haya comenzado con el aliciente de programarse más festejos que en años anteriores; incluso hasta se organizan montajes entre toreros necesitados de un escaparate para demostrar que están en el mercado. Esta es una gran noticia tras varias temporadas de recesión al ver, junto a la crisis, sitiada a la Tauromaquia desde varios frentes que no dejaban de bombardearle ante la dejadez de los políticos.

Con el buen ambiente que se avecina no se puede perder la cara al enemigo. Tampoco a la realidad al ver aún el peligro latente, por más que parezca dominado. Porque desde la otra trinchera jamás dejarán de hostigar, ni mucho menos saldrán con la bandera blanca de la paz.

Sin embargo hay puntos graves que no se han corregido y acarrearán nuevos baches en el camino del mañana. Uno de ellos es ver cómo a la Tauromaquia la están cambiando las figuras a su manera, arrimando el ascua a su sardina y aprovechándose del inmenso desconcierto existente ante la falta de aficionados y de una prensa, salvo contadas excepciones, más pendiente de agradar al ‘sistema’ y a los toreros de postín que de contar la realidad. Y de denunciar tantos abusos existentes.

De momento ya no es la Fiesta de los toros. Ya es la Fiesta de los toreros que buscan tener delante un enemigo que no les moleste. Un toro sin emoción que, tantas tardes, lleva el tedio al tendido. Por esa razón nos explicamos que Ponce lleve treinta años en activo y no haya visos de despedida. O El Juli vaya camino de ello. O cualquier torero aguante una veintena de temporadas sin despeinarse, algo impensable si se lidiasen reses enrazadas y con casta.

Eso ocurre con el actual ramillete de figuras, todas ellas –con la excepción de Roca Rey- muy vistas, porque cada nueva campaña son los mismos nombres en las ferias, el idéntico repertorio, junto al agravante de carecer de tirón –con la salvedad de José Tomás, que es punto y aparte-. Y por lo tanto en la mayoría de las ocasiones no llenan. Ni de cerca si anuncian a uno de ellos con dos diestros de segunda fila, por lo que siempre se busca el cartel redondo y aún así son muy escasas las ocasiones que colocan el ‘no hay billetes’. ¡Y eso que ganan auténticos dinerales!

Sí, dinerales, al no perdonar ni hasta la última peseta del más remoto pueblo y violando la sagrada ley del decálogo íntimo que indica a las figuras su sitio en las ferias, rivalizando entre ellos y con toros serios. Jamás en los pueblos que tradicionalmente ofrecen otro tipo de espectáculos y quitándole el pan a otros toreros. No quiere decir que un pueblo no puedan disfrutar el caviar de las figuras; sí, pero de otra manera. Al igual que las filarmónicas no amenizan sus fiestas, ni el Madrid juega en sus campos. Esa es la realidad. El sitio de las figuras no es ese y su presencia al final no trae más que hambre para el futuro.

Un ejemplo es la presencia del Juli en la próxima feria de Guijuelo. La villa jamonera de Guijuelo se ha ganado por méritos propios una brillante programación taurina con toreros de futuro, junto a los locales y otro tipo de diestros que están en segundo término y gozan de interés. Ese es su sitio y ahí se combina una magnífica feria, junto a una novillada. Por eso que nadie piense que El Juli viene a Guijuelo a jugarse nada. Ni a descubrir el Mediterráneo aunque al final salga en hombros tras cortar un montón de orejas, algún rabo y no se descarta un indulto. Pero antes habrá exigido una corrida de escasa presencia, los pitones afeitados -¡si afeita en las ferias no lo va a hacer en Guijuelo!- y se llevará un dineral. Por esa razón, traer al Juli en estos lugares espanta al aficionado y aunque la masa llene esa tarde la plaza la realidad a la larga será dañina.

Lo mismo ocurre en San Pedro Regalado en Valladolid. Parte de la prensa pucelana lleva semanas felicitándose por una corrida programada con un cartel integrado por tres de las llamadas figuras. En condiciones normales esa corrida está bien si además se hubiera añadido una novillada el día de la víspera, como la programada durante muchos años. De esa manera se disfruta con los de arriba y se riega la besana el futuro. Lo demás no es más que vivir al día olvidándonos de la emoción del toro bravo y potenciando esta nueva Fiesta de los toreros. La del  triunfalismo y  los masivos indultos.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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