Las lágrimas del Niño de la Capea

Hoy, aún sin asimilar la marcha de Dámaso y con todos los medios mostrando imágenes de su multitudinaria despedida, en Albacete -¡los verdaderos ídolos son los que echan a la gente a la calle en sus entierros!- vayan estás líneas escritas con la tinta de la admiración para la figura de Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’, su íntimo amigo y hermano del alma. Vaya este tributo de respeto para el maestro de Salamanca en estos días de dolor tras perder a un coetáneo que acabó siendo la persona más fiel y sincera que encontró en los caminos del toro. En quien no tuvo secretos dentro de un ejemplo de amistad.

Y ya no por las numerosas veces que torearon juntos, un total de 197 -por delante solamente está Manzanares, quien compartió hasta ¡287 tardes!- con El Niño de la Capea, sino por el vínculo surgido de entonces y más fortalecido cada jornada que pasaba, razón por la que ambos se reunían con tanta frecuencia rodeados de sus familias. Ya fuera Albacete, Salamanca o cualquier otro rincón, además de disfrutar juntos las ferias de Madrid, de Valencia, de Sevilla en la paz del retiro y dentro de una amistad tan sincera como bonita protagonizada por estos dos grandiosos toreros. Dos maestros –estos si lo son- que debieron vencer tantas barreras en sus primeros años –mediada la década de los setenta con todos los cambios sociales y políticos que trajo- y a quien nadie regaló nada hasta consolidarse en grandes figuras del toreo.

Ahora, El Niño de la Capea, un personaje que tanto merece la pena, vive con el corazón roto por la pérdida de su gran amigo, a quien dijo adiós con lágrimas negras, como el bolero de Miguel Matamoros -Siento el dolor profundo de tu partida/ Y lloro sin que sepas que el llanto mío/ Tiene lagrimas negras/ Tiene lágrimas negras como mi vida-. Porque ambos fueron un ejemplo en las plazas y lo han sido en la vida gracias a esa amistad tan de verdad y definida por Dámaso “somos una familia”.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

4 comentarios en “Las lágrimas del Niño de la Capea

  1. A mediados de los 70 compartieron muchas tardes.Se abrieron,ambos,huecos a basa de lucha y pundohonor.Sembraron esos años y luego les permitió recoger,sobre todo,reconicimiento por parte dek toreo,afición y crítica.
    Buen texto,puntualizador,de Cañamero.
    Saludos.

  2. Gracias a Albacete,a sus Autoridades Sr.Alcalde en especial,pero sobre todo a sus Gentes por el cariño,respeto y admiración hacia su gran TORERO y sobre todo GRAN PERSONA Y GRAN SEÑOR.
    Dámaso estés donde estés,con mi más sincera admiración y respeto,siempre recordaré los momentos que me permitisteis vivir Tu y Pedro.Un abrazo.

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