Los taurinos no se manifiestan

Los movimientos antitaurinos son una amenaza preocupante en todos los estamentos de la Fiesta. Manifestaciones, desórdenes públicos, violación del espectáculo, manipulaciones… alentadas y financiadas desde el grupos extranjeros perfectamente organizados, son algunas de sus formas para atacar al toreo. La última de ellas fue la polémica suspensión en la Universidad de Salamanca (USAL) de la puesta de largo de la Cátedra de Tauromaquia, decisión tomada de manera unilateral por el Rector, el antitaurino Daniel Hernández Ruiperez alegando motivos de seguridad. Los mismos motivos que, en ocasiones precedentes, no se tuvieron en cuenta en el mismo escenario. Un ejemplo fue una actividad de Emilio Botín en ese templo del saber y tener a la entrada del edificio histórico a cientos de manifestantes rabiosos de ira porque las políticas del desaparecido banquero vaciaron de sus cuentas los ahorros de toda una vida. Sin embargo ahí tragó el déspota de Ruiperez, de quien lo mejor es que está a punto de finalizar su etapa en el rectorado.

La postura del rector al suspender el acto taurino provocó una cascadas de reacciones tras marginar la cultura de la Tauromaquia dando lugar a multitud de comunicados en el escenario de una tarde donde las redes sociales echaban humo, porque la USAL cuanto antes debe poner en marcha esa cátedra como el gran centro de estudios taurinos. Sin embargo ahí las prisas, surgidas ante la impotencia, no fueron buenas consejeras, ni tampoco el obrar en caliente para organizar una manifestación inmediata en un día posterior, en horario laboral y en una fecha malísima –con la gente pensando más en los problemas del país y ya prácticamente acabada de temporada-. Como era de esperar la cifra de manifestantes no hizo más que darle alas a quienes no dejan de disparar con dardos envenenados, sin olvidar que se utilizó el mismo ‘modus operandis’ de las redes sociales y por lo tanto yendo a su pedregoso terreno donde ellos ganan por experiencia.

Los taurinos deben olvidarse que las manifestaciones están en las antípodas, sencillamente porque un arte con la grandeza y categoría de la Tauromaquia no las necesita. Los aficionados tienen el privilegio de poder manifestarte cada tarde que una plaza de toros abre sus puertas y llenar sus tendidos. Esa es la mejor manifestación y la que de verdad levanta dolores de cabeza a los anti, además de dejarlos bloqueados y sin posibilidad de maniobra. Aquí no cabe otra defensa del toreo que llenar las plaza y asistir a actos taurinos para recobrar el interés por el espectáculo. Además de exigir a las empresas toros encastados, que es el verdadero banderín de enganche de aficionados. Y lo escribo al finalizar una temporada donde se han celebrado infinidad de corridas que han sido una vergüenza, una estafa a quien pasa por taquilla y el agravante de una prensa que calla y mira para otro lado ante esa indignidad. La indignidad que da tantas cartas a los antis para seguir medrando y también echa –nos echa- a muchos aficionados de los cosos al encontrarnos fraude en vez de la grandeza del toreo a través de la integridad y la verdad.

Nadie tiene tantas puertas para manifestarte de verdad y con argumentos como los aficionados taurinos, aunque luego el ‘sistema’ que rige la Fiesta sea realmente quien atrae a tantos antis con sus tropelías. Por esa razón la verdadera manifestación taurina es llenar las plazas, seguir la Fiesta, formarse como aficionados y sentir orgullo de los valores del toreo; también exigir seriedad y protestar cuando llega el engaño del fraude, como toda la vida ocurrió. Que sale un toro sangrando-algo desgraciadamente habitual- por los pitones se llena la plaza de almohadillas y ya verás como después ya obran en conciencia.

Y es las manifestaciones para los ‘perroflautas’, que es su único escaparate, jamás para los aficionados. Porque  yendo a su pedregoso terreno donde ellos ganan por experiencia.

PD: LAS FOTOS SON DEL DIARIO DIGITAL SALAMANCA AL DIA

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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