Berkeley se escribe con B

 

El proyecto de las minas asesinas de Berkeley se hunde entre el fango de las irregularidades. Pasa el tiempo y sus mentira cada vez son más evidentes, al igual que tantas promesas incumplidas. Berkelet, que se escribe con B, de burrada, de bestialidad… de Bellón (que no de vellón) se ahoga y las distintas Administraciones que tienen licencias y potestad cada vez sospechan más de que todo es un cloaca de intereses y mucho menos sea una industria que vaya a transformar el Campo Charro, sino un proyecto de explotación y especulación que traerá consecuencias malignas durante siglos. Porque si algo está claro es que Berkeley es una empresa pantalla que funciona sin trasparencia.

Acorralada por el desprestigio, Berkeley cada vez tiene más caminos cortados y ya a nadie engaña, aunque el dinero sea siendo goloso para quien lo mira sin escrúpulos, aunque todo hay que decirle ese dinero con el que han comprado tantas voluntades está siendo gafe para muchos. Ahí está el caso –ya mencionado en otros artículos- del Salmantino CF, el equipo de fútbol que iba líder y con una trayectoria intachable hasta que decidió refugiarse en el fango de Berkeley y desde entonces todo es una ruina en su caída en picado. Porque Berkeley, que se escribe con B, de burrada, de bestialidad… de Bellón (que no de vellón) desembarcó en el Campo Charro bajo la bandera de a mentira.

Ahora, con el descrédito y sin la credibilidad de nadie… solo le queda un camino: regresar a Australia.

 

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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