Plaza1, un charco de fango y mentiras

Isidrea Madrid en estas tardes de toros con el clavel marchito, la ilusión perdida y la sensación plena del gran fracaso de Simón Casas y Nautalia, quienes otra vez más han vendido humo y casi ninguna de sus promesas ha cristalizado. No hay más que ver cómo la actual feria ha perdido tanto público con respeto a ediciones anteriores.

Nada nuevo bajo el sol con Simón Casas, tan palabrero y demagogo; sin palabra mala, ni hecho bueno, pero que no ha descubierto ninguna América taurina. Hace tiempo que el margen de confianza se acabó y la tarde de ayer, con la suspensión de la corrida del Partido de Resina, ha sembrado un antes y un después entre un público decepcionado con la gestión de Plaza1.

Cada día se sumaba un nuevo despropósito, desde el IVA en el precio de los entradas, las novilladas –con lo mucho que ‘ladró’ contra la anterior empresa-, la desaparición de la temporada madrileña, que siempre fue un trampolín para los modestos; el largo serial con numerosos carteles sin aliciente…, hasta que la tarde que anunciaba a los antiguos Pablo Romero –hoy anunciados como Partido de Resina, con Sánchez Vara, Javier Castaño y Thomas Duffau, en el cartel, ya hizo saltar las alarmas entre la afición de Madrid. Entre quienes aún no han desertado de esa afición sabia y que siempre defendió el prestigio, categoría y grandeza de su plaza.

El problema de ayer nació antes y a él se aferró la empresa. Tuvo su germen en el momento que el zaragozano Ricardo Torres se lesiona en el campo, según el parte médico enviado y esa coyuntura, que facilita la devolución de entradas, lo aprovecha la empresa para ningunear a la afición de Madrid y, ya desde la noche, sabedora que va a llover ‘pone’ todos los medios a su alcance para lograr la suspensión y poder cobrar del seguro. La jugada, ideada bajo las malas artes, le salió redonda y sin importarle que llevaría tanto desprestigio a su gestión, además de jugar con las ilusiones de una terna que llegó a Madrid en busca de un triunfo que cambiase el sino de su temporada.

Por esas razones la expresión ‘golfería ‘ era más escuchada ayer al abandonar la plaza. Golfería por muchas razones; una porque la noche antes nadie colocó la lona para proteger el piso de la plaza, dejando entrever que la idea de la empresa era clara y no dio opción. Por ello no protegió la plaza en ningún momento; ni salieron los operarios con los carros de arena y serrín (muy utilizado en estos casos al absorber tanta agua) en una estampa clásica de estas situaciones.

Ahora ese despropósito está ahí, la afición decepcionada y tres toreros indignados por jugar con su carrera. Mientras tanto, en Madrid seguirán los días isidriles, aunque envueltos en la rareza y con una Plaza1 que a nadie le va a sorprender si, una vez bajado el telón ferial, empiezan a llegar deserciones.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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