El festival: Grandeza en el toreo

El festival taurino siempre fue luz para la Fiesta. Esencia y  escuela de valores, además de un perfecto banderín de enganche para nuevos aficionados. En los baúles de su grandeza se guarda el colorido, el arte y el sentimiento que trae una tarde de toros, sin olvidar que se desempolva la añoranza gracias a la presencia en ellos de diestros retirados, quienes recrean su torería junto a jóvenes realidades y la promesa de un novillero. La historia de la Tauromaquia está llena de relevantes festivales que han escrito imborrables páginas protagonizadas por gloriosos maestros que tuvieron su particular canto del cisne en estos festejos, junto a jóvenes novilleros que salieron lanzados de ellos. E incluso en su frondoso anecdotario no faltan toreros de postín que se encontraban en el tendido y fueron invitados a torear vestidos de calle –Domingo Ortega, Paco Camino, Andrés Vázquez…-.

Me encanta ver anunciado un festival, más en esta época prolífica en sequía tras ir muriendo aquellos que dieron sentido a ciudades que programaban estos festejos al hilo de alguna causa solidaria. Son festejos especiales y sin la responsabilidad de una corrida de toros que tienen el colofón de un novillero en el mejor escaparate de su carrera. Y tantas veces ha servido para lanzarlos. Recuerdo que José Miguel Arroyo salió encumbrado del celebrado en Las Ventas a principio de 1986 a beneficio de las víctimas del Volcán Nevado del Ruiz. O a bote pronto en Salamanca, en el que celebrababa cada año a beneficio de las Hermanitas de los Pobres, en la edición de 1989 irrumpió José Ramón Martín con un sobrero que le regaló El Niño de la Capea ofreciendo tal dimensión que durante un tiempo se convirtió en la esperanza local. Casi dos décadas atrás el colombiano Jaime González ‘El Puno’ triunfó a la grande en otro celebrado en Las Ventas donde fue a sustituir a Puerta y aquel éxito la abrió las puertas de numerosas ferias, además de posibilitarle ser el primer colombiano en salir en hombros de la plaza madrileña.

De los festivales han resurgido infinidad de toreros que cambiaron la paz del retiro por la bella locura de volver a vestir de luces. Recuerdo a dos colosos, Luis Miguel Dominguín y Antonio Bienvenida, quienes en 1970 torearon vestidos de corto en Las Ventas a beneficios de los damnificados del terremoto de Perú y ofrecieron tal nivel que prendió la mecha para reaparecer, haciéndolo en la plaza que había promovido en Las Palmas de Gran Canaria el Marqués de La Florida.

Otro más reciente que reapareció tras un exitoso festival –escribo de memoria- fue Curro Vázquez tras enamorar a Valencia y a toda España –fue televisado por TVE- en el celebrado en homenaje a Vicente Ruiz ‘El Soro’ en junio de 1996. Curro llevaba dos años retirado y esa tarde el aroma de su arte recargó de ilusión sus depósitos toreros para volver en la siguiente temporada y rubricar el epílogo de una carrera que durante años discurrió entre luces y sombras, pero siempre con el sello de su arte.

Cuatro años antes, al finalizar la temporada de 1992, la plaza madrileña de Las Ventas acogió el festival homenaje a Julio Robles y esa tarde en medio de emociones y magnífico toreo el mexicano Miguel Espinosa ‘Armillita’ cuajó un novillo de manera sensacional. Fue otro con caso con connotaciones parecidas a las del Puno, porque esta faena le dio alas a Armillita para regresar de nuevo a los ruedos españoles y hacer campaña. Después, aunque de luces no estuvo a la altura de la expectación, nadie olvidó la grandeza de aquel triunfo dedicado a su amigo Julio Robles.

Ahora apenas se programan festivales al ser inviables por los cuantiosos gastos, olvidando su contribución en tantos momentos que han escrito su historia con la tinta de la gloria. Que eran los apropiados cada vez que los hombres del toro mostraban la cara solidaria para ayudar al necesitado tras un accidente de la naturaleza, al compañero en apuros, a la institución necesitada… Porque el toreo siempre fue una piña para ayudar a la sociedad. Y además en los festivales los viejos maestros desempolvaban los trastos de torear para deleitar con la grandeza de su arte. Por eso eran los mejores banderines de enganche para nuevos aficionados. Y además una auténtica oportunidad el novillero acartelado.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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