Querido Alfredo: Hace ahora un año cuando presentamos Aquella Mañana de Diciembre hablábamos con frecuencia de la tragedia que asoló al Campo Charro y dejó una cicatriz de dolor eterna en esa comarca. Un hecho que sentías tan dentro por tu condición de sacerdote del entrañable pueblo de La Sagrada, sobre el que la desgracia clavó las garras de dolor con tanta crueldad. Cuando hablábamos sobre ello -siempre te agradeceré lo mucho que me ayudaste en esa obra, la más sentimental de mi trayectoria- me decías que “aquella mañana jamás debió haber amanecido”. Hoy, en este día que cierra marzo, triste y nevado, nos hemos levantado con la noticia de tu muerte y, bajo la conmoción del gran afecto y amistad que nos unía, pienso que esta mañana tampoco debió haber amanecido.
Llevabas días luchando contra ese maldito Covib19, abrazado a la vida y viniéndote arriba con tu bravura natural, sin perder en ningún momento las ganas de luchar. Porque has sido un luchador, un hombre que jamás se volvió a atrás y estaba ahí. Siempre llegabas a todos los sitios con tu porte de viejo pelotari, la camisa inmaculada y la corbata, saludando a unos y a otros. Departiendo con todos y hablando del asunto que se terciara, porque sabías dominar los tiempos y los ritmos. Por eso queda un vacío infinito y se te va a echar mucho de menos en las tierras del Huebra y del Yeltes, en las entresierras o en que querido Ciudad Rodrigo, donde eras una personalidad y formabas parte de diferentes instituciones, tal como el Bolsín Taurino, donde saciabas tu enorme afición a la Tauromaquia. O en la Peña de la Francia, a la que tanto acudías para postrarte ante tu Morenita, de la que eran tan fiel devoto.
Casi no tengo palabras para escribir tu despedida. Y pienso en que aún no sé qué momento de la vida llegó la amistad contigo, desde luego que hace más de 25 años y por la vinculación taurina y futbolera de ambos. Si te recuerdo de antes jugando al frontón y era un acontecimiento tu fuerza, destreza y capacidad cuando ibas a jugar torneos veraniegos por los pueblos y te los llevabas de calle. Siempre con tu personalidad, recia y charra, tu don de gentes y el montón de amigos que tenías, que eran la gran cosecha de tu vida.
Porque has sido una persona que ha brillado sabiendo hacer gala de tu bonhomía. Que la tierra te sea leve, gracias tu amistad y esperanos en el cielo.
Hasta siempre, Alfredo.
No te voy a decir adiós Alfredo, eras mi amigo y bueno, gran persona y mejor cura, eras un luchador y lo demostraste en tu pelea contra ese virus asesino, y sabemos q no te derrotó sino q dejaste el respirador para tu vecino de cama, grande Alfredo grande. Estés donde estés, sabemos q seguirás mirando por la gente de tus pueblos q tanto querías y ellos a ti, no lo dudes. Un abrazo, y sepas q aquí dejas mucha gente q t quiere y no t va a olvidar nunca
magnifico comentario que hace honor al queridísimo sacerdote, mi mas sincero pesame a todo él campo charro.
Buen Cura gran hombre y un aficionado de verdad adiós don Alfredo
Gran sacerdote y gran persona.
DEP.
Nuestro más sentido pésame a toda su familia
Gran Sacerdote y gran persona.
DEP
El pésame a toda su famila
Grandísima persona.Todo humanidad y entrega. DEP