Hoy me apetece aparcar la polémica de la crisis, los abusos de los controladores, la grave situación que se puede producir en cualquier momento en las ciudades de Ceuta y Melilla para escribir otra vez de fútbol y mojar la pluma en la tinta de la nostalgia de nuestra querida Unión Deportiva Salamanca, el equipo que más me ha emocionado. Hace años cuando se puso de moda ser del Madrid, del Barca… el columnista se mantuvo fiel a los colores de su UDS (amor compartido, aunque en menos medida por el Atlético de Madrid), el equipo que más feliz me ha hecho y del que ha quedado el apego eterno tras disfrutar con sus momentos más especiales. Ya sean ascensos y goleadas en esas tardes especiales vividas en el estadio Helmántico que dejaron un poso imperecedero.
De todo ese equipo queda una nómina fantástica de jugadores que contribuyeron a su esplendor y siempre están presentes en el recuerdo de los nostálgicos. Como el fenomenal talento de Joao Alves con sus característicos guantes negros, el mítico D’Alessandro, el contundente Rezza… O más reciente otros muchos jugadores que brillaron defendiendo la camiseta blanquinegra, como la sociedad portuguesa de Pauleta, Brito…
Pero hoy mi memoria vuela a la época gloriosa de la niñez, cuando cada domingo el Helmántico se convertía en una fiesta mientras la Unión vivía la época más hermosa, de la que hay un montón de nombres de recuerdo inolvidable, como los nombrados, junto a otros, la llamada clase media, que también lo dieron todo y apoyaron a que el Salamanca fuera una revelación de su época. Era, por ejemplo, el caso del elegante Julio Pedraza, quien fue el 2 por antonomasia de la Unión, el 2 de la mejor época y dueño total y absoluto de la banda derecha del estadio Helmántico. ¡Cuántos kilómetros habrá corrido por allí!
Julio Pedraza es de esos salmantinos que, gracias a sus brillantes virtudes, tuvo el privilegio de disfrutar durante varias temporadas las mieles de la máxima categoría y dejar su nombre escrito en la gran historia del club charro. Como fue el caso de Huerta, Enrique, Pepe… paisanos que también fueron protagonistas de la mejor época de la Unión, cuando consiguió sumar hasta siete temporadas consecutivas en la máxima categoría y fue capaz de vivir momentos que han quedado presentes en la gran historia de club. Como el legítimo triunfo ante en Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu gracias al gol de Alves, en la que uno de los componentes de aquella alineación (que forma parte de la leyenda de más brillo de nuestro club) fue el propio Pedraza, en sus años de magnífico defensa lateral derecho. Era tan bueno que lo quiso fichar el Valencia, porque Carrete (otro emblemático 2) ya le llegaba la hora de colgar las botas y, entonces, Pedraza, como no lo acabó de ver claro, prefirió seguir en su club de siempre, a la vera del Tormes y formando parte del engranaje de aquel conjunto. Por eso cuando observo las alineaciones en papel sepia de su época siempre se rebobina unos años inolvidables, como los que tuvo la suerte de protagonizar Julio Pedraza cuando se convirtió en un defensa indiscutible durante muchos años. Tiempos que, desde luego, marcan la vida de una persona para la posteridad, como se refleja hoy cuando pasea por la calle y los viejos aficionados le dicen a sus hijos: «Mira ese es Pedraza uno de los mejores defensas que tuvo el Salamanca de la mejor época».
Ahora, Pedraza, sigue fiel a esta capital, a su tierra, a sus amigos y a sus aficiones. Pendiente siempre de lo que sucede en la Unión y de vez en cuando todavía se pone la camisola blanquinegra para retroceder sobre la senda de su historia y disputar algún partido con los veteranos para volver a lucir su mítico ’2’ y hurgar en la memoria de los nostálgicos.
Luego, por las tardes, se marcha al bar Donde Quique, al lado de la plaza de San Justo a jugar la partida con los amigos, siempre con su señorío, la voz pausada y esa categoría humana que le ha hecho contar con tanto afecto allá donde estuvo. Sin presumir jamás de su hoja de servicios deportiva y con el temple charro del que saben hacer gala hombres como Julio Pedraza, ese mítico ’2’ que honró con su talento al engranaje de la mejor época de nuestra querida Unión Deportiva Salamanca.