El final de unos días de vacaciones no devuelve a la actualidad cuando agoniza una semana que se llevó a Antonio Corbacho, singular personaje que logró como apoderado los honores que no alcanzó vestido de torero. Hombre bohemio y de inquietudes culturales se encontraba en las antípodas del clásico taurino como demostró en sus labores y forma de trabajar. Por ello, de Corbacho, queda una brillante obra con su identidad personal allá donde puso sus conocimientos y entre quien se acercó a él para beber de sus conocimientos.
Otro Antonio que nos dejó, aunque éste futbolista, era el mítico Ramallets, estrella del Barcelona de las ‘cinco copas’ y que incluso en la Selección Nacional dejó su impronta de genio. Especialmente en el Mundial de Suecia-1958 al que fue convocado como tercer portero y tras acabar como titular fue nombrado como mejor portero del torneo (Matías Prats lo bautizó ‘el gato con alas’), a pesar de que le marcaron un gol por el tremendo despiste de estar ¡hablando con un fotógrafo! Caballero y señor, que siempre hizo gala de su ‘seny’ catalán, otro aspecto de su personalidad es que, allá donde estuvo, disfrutó de su afición taurina sin complejos.
Afición nacida en la Barcelona de su infancia y que después vivió su eclosión el año que jugó cedido en el Real Valladolid antes de escribir su gran historia como meta de leyenda (quien por cierto nunca usó guantes). En ese Valladolid marcado por la huella de aquel excepcional capotero que fue Fernando Domínguez y que tenía a otro artista aupado al pedestal, como era el bailarín Vicente Escudero, fue el caldo de cultivo de la gran afición taurina de Ramallets. Todo mucho antes de marchar en el inolvidable Barcelona de las ‘cinco copas’, época en la que él era uno de los ídolos de aquel club que lideraba la clase y talento de Kubala.
Después, con un montón de honores y la distinción de figura, dejó el fútbol activo para convertirse en entrenador. Fue una época en la, iniciada la década de los sesenta, volvió a de nuevo al Valladolid, ahora al banquillo del viejo Zorilla, club que se su mano logró la mejor clasificación de su historia. Pero, sobre todo, en esa época, el gran Ramallets vivió momentos felices en un romance de copla y papel couché con la ganadera Terera Molero. Era los tiempos que la bella mujer de la familia Molero paraba el tráfico gracias a su clase y poderío, del mismo que se enamoró Ramallets para vivir un apasionado amor que le hizo querer aún más la Tauromaquia y disfrutar de muchas tardes de campo y tentaderos en la finca La Granja, en la que pastaban aquellos míticos toros de pelajes tan genuinos y característicos.
De la relación de Ramallets con Teresa Molero, hermana de los popularísimos Pepe y Luis (fallecidos muy jóvenes aún) se habló mucho, pero por encima de todo quedó la huella de caballero y siempre con su ‘seny’ de aquel ejemplar deportista que fue Ramallets, quien siempre tuvo viva la pasión por los toros. Como ocurrió cuando abandonó Valladolid y se marchó a Zaragoza en el que formó otro equipo para leyenda como fue el de los ‘cinco magníficos’.
Por eso, ahora que en su Cataluña los políticos han prohibido la Fiesta, vaya este recuerdo a un catalán que siempre fue aficionado y mostró con orgullo esa pasión.