Manolo Fraile, locutor de éxito

 

Hace años, cuando Manolo Fraile era la estrella de las ondas vascas, se emocionaba si alguien le recordaba su ascendencia charra, cuyas raíces se clavan en el pueblo de Adehuela de Yeltes, en el que nació y del que un buen día su familia voló en busca de los horizontes de la prosperidad.

Desde entonces, Manolo Fraile crecía respirando los aires cantábricos de Irún o perdía su mirada en el espectáculo colorista de las barcas que van y vienen por el Bidasoa, cuando hace frontera con Francia, hasta que un buen día descubrió que su vocación era el periodismo deportivo. Y desde entonces tuvo claro que quería ser el mejor, porque en este mundo de la comunicación ser de tropa no tiene sentido y él quería que sus micrófonos lucieran las estrellas del mando.

A partir de entonces, fiel a sí mismo alcanzó nombre y relieve en las emisoras vascas. Era la época en la que el equipo ‘txuri urdin’ maravillaba en todos los campos con la sobriedad de su juego que tuvo su reflejo en la llegada de los triunfos deportivos acariciados en dos ligas. Precisamente, en una de ellas, a Manolo Fraile le tocó narrar el histórico gol de Zamora en El Molinón que aupó a la Real a lo más alto. Porque aquel gol, junto a su narración, únicamente se puede comparar a la del famoso gol de Zarra que cantó Matías Prats o al posterior de Marcelino, que le dio a España la primera Eurocopa. Luego, a todo eso se unía que Manolo no tenía pelos en la lengua y con la verdad por delante se convirtió en uno de esos periodistas de raza que abanderan la sinceridad y se parten la cara sin dobleces ante la mentira y la corrupción, tan habituales en mundos que manejan tanto dinero como en el del fútbol. Pero en su carrera quedaron muchos honores, como demostró más tarde en el Mundial de México-86 en el que fue distinguido con los honores del mejor locutor de habla hispana. Que es algo así como un Óscar del periodismo deportivo

Después, hace unos años, un mal día para el mundo de la comunicación, Manolo se aburrió y le abrió las puertas de su vida a otras actividades ajenas al estresante mundo que marcó su vida y lo lanzó al estrellato. Aquí, enseguida otra vez el fútbol acaparó su atención y se hizo representante de jóvenes valores de la cantera vasca. Y también triunfó en ese campo y logró sabores, aunque no sabía que el destino le tenía guardado el amargo sabor de la traición. Fue cuando se convirtió en la diana del dardo de la ingratitud que recibió por parte de algunos chavales. O de un entrenador, hermano que de un famoso portero, al que llevó a lo más alto y al final acabaría pegándolo a Manolo, que era su representante, con el puñetazo traidor del abandono. Que son lo que más dueles.

Desde entonces, ese técnico, de apellido aristócrata en el mundo del fútbol, con la llegada de la fama y los nuevos amigos, se olvidó que años antes, cuando fue cesado de la Real y, derrotado, quiso dejar el fútbol, Manolo Fraile lo animó y apostó por él para que siguiera entrenando cuando todo el mundo le cerraba sus puertas y nadie daba un duro por él. Porque Manolo sabía de sus condiciones y le buscó equipos para seguir creciendo y lograr el éxito. Pero sin esperar que aquel sansirolé, un día lo traicionara. Como también han hecho otros de alma desagradecida.

Los tiempos pasan, pero no sé qué demonios tendrá el mundo de la comunicación que, un buen día, a Manolo le ha vuelto a picar el gusanillo y ya está otra vez en el candelero. A pesar de que lo habían tentado tantas veces, nunca quiso reaparecer, como los viejos toreros que se aburren en su retiro. Pero desde hace un tiempo, una televisión le ha hecho una oferta para que el locutor de sangre charra regrese a su mundo, aunque sea en la tele, que a fin de cuentas es el mismo ‘negocio’ en el que se convirtió en la estrella de la radio vasca. Justo cuando su nombre se lo disputaban las mejores emisoras de Madrid, aunque fue fiel a sus principios y, sobre todo, a la querida tierra vasca que lo hizo suyo para siempre.

Por eso, su caso es como el de un viejo torero cuando se decide a reaparecer y a uno le encanta que la televisión donostiarra recupere a una estrella, por su profesionalidad, pero sobre todo por la amistad y paisanaje. Porque a Manolo siempre le encanta recordar su infancia en Aldehuela de Yeltes donde fue tan feliz antes de que su familia volara en busca de los horizontes de la prosperidad.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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