Aquel gol de Del Bosque

Ya ha llovido desde aquel trece de diciembre de 1978 cuando la Selección Española ganó por cinco a cero a la modesta de Chipre en el estadio Helmántico. Aunque a muchos les parezca que fue ayer y que el tiempo ha volado. Como voló los días antes la visera del fondo norte por la fuerza del viento. Seguro que en los preliminares del partido, de esta tarde, contra Lituania, Vicente del Bosque, el seleccionador habrá hurgado en su historia para rememorar aquel partido contra Chipre. Porque no fue un encuentro más en su currículum, entre otras cosas por haber marcado un gol al poco de comenzar el encuentro. Un gol que, se da el caso fue el único que logró el salmantino en las dieciocho veces que se enfundó la camiseta nacional y encima lo fue a marcar en su tierra natal. Para orgullo de tantos amigos, pero sobre todo del señor Fermín y la señora Carmen, sus padres, como también de su hermano Fermín, quienes desde su localidad de tribuna sintieron toda la felicidad al ver cómo Vicente hacía el primer tanto al chutar un balón que quedó suelto tras un rechace en el área.

Los años se han deshojado a la velocidad de la luz y de entonces quedan varios recuerdos vividso por este columnista que, aunque entonces era un niño, tiene presente muchos de los momentos acontecidos sobre el césped salmantino, todo en medio de un choque de claro dominio de la Selección Nacional (faltaba tiempo para que la llamasen ‘la roja’) y donde no se marcaron más por la habilidad del portero rival, quien aquella noche sacó sus mejores armas para evitar la que pudo ser una goleada de escándalo. Al revés que en la portería española, que era defendida por el madridista Miguel Ángel, quien como apenas tuvo trabajo tuvo que calentar para tratar de entrar en calor ante la gélida helada de esa noche. Miguel Ángel entonces era noticia por el paradón que realizó en el Mundial de Argentina, celebrado unos meses antes, en el partido contra Austria. Una parada que, a fecha de hoy, todavía se recuerda a la hora de valorar las mejores hazañas de los guardametas.

Cuando las cosas se viven con tanta pasión parece que nunca mueren y, a pesar del transcurso del tiempo, permanecen frescas en las despensas de la memoria. Como aquel encuentro contra Chipre en el que la Selección se concentró en el Hotel Regio, al que acudieron muchos salmantinos para ver de cerca a las estrellas, que entonces eran nombres sagrados del fútbol español. Era el caso de Juanito, Santillana, Camacho, Migueli, Satrústegui, Gordillo, el propio Del Bosque… Y eso que entonces, el combinado nacional había decepcionado en su paso por Argentina.

Ahora las vueltas de la vida traen otra vez a la Selección a Salamanca, pero con las tornas cambiadas y Del Bosque, aquel muchacho de Garrido, vareado y con melena al modo de la época, que marcó el primer gol contra Chipre es el Seleccionador que nos encaminó a conseguir la primera Copa del Mundo. Un charro de oro que ha sido la llave del éxito para que España tenga en su palmarés el colofón deportivo que le quedaba. Todas esas razones hacen que la de hoy sea una noche muy especial, con los campeones del mundo, los más grandes, en el Helmántico. Pero sobre todo es el regreso a casa del muchacho salmantino que marcó su único gol con la Selección en otra visita al Helmántico. De Vicente del Bosque, quien llega con todos los honores a una tierra, la suya, que se siente orgulloso de él y donde ya tiene todo lo que un charro puede ser. Pero él lo ha logrado sin perder sus principios y la sencillez de las que siempre hizo gala y aprendió en casa del señor Fermín y la señora Carmen, sus padres.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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