… y si encuentra algo mejor compre. Rememoraba un mítico anuncio que hizo furor tres décadas atrás cuando Manuel Luque, a la sazón director general de Camp promocionaba los detergentes de la firma. Fue algo distinto que acabó convertido en un boom publicitario que elevó al directivo al olimpo de la popularidad y saneó aquella empresa ahogada por las deudas cuando todas las amas de casa acabaron comprando esos productos.
Lo recordaba ayer en Mérida mientras el maestro Juan Mora toreaba una corrida de Montealto que salió a contraestilo, reservona y descastada, con pocas fuerzas… frente a la que era muy difícil encender la luz de la emoción que trae el arte. Sin embargo ese lujo del toreo, maestro grande, como es el placentino asentado y firme sobre esas arenas que pisaron los romanos toreó encajado y con tal esencia que surgieron los olés. Todo con tan gusto que era un primor disfrutar con su toreo en redondo sobre la diestra y también con la zocata que remataba con adornos que eran postales. Con la torería que atesora quien es un espejo en el que mirarse para seguir enamorado del arte del toreo.
En sus trasteos desapareció el ‘derechazometro’ habitual de estos tiempos y muchas de las cosas que vulgarizan el toreo moderno y el ‘sistema’ se empeña en que traguemos, mientras que ayer Juan Mora regalaba pureza. Si, regalaba, porque el arte es inspiración que ni se compra ni se vende, la regala para grandeza, en este caso, de la Tauromaquia.
Y si una faena fue arte, la otra faena fue entrega, pero siempre con ese sello único de quien es la joya peregrina de la Fiesta actual. De este Juan Mora dueño de una esencia y exquisitez que envejece con grandeza en la barrica de la Tauromaquia. De un lujo que no hay. Y si no se lo cree, emulando a aquel famoso Manuel Luque, que fue director general de Camp: Busque, compare y si encuentra algo mejor compre. Pues eso se le aplica al maestro Juan Mora en el toreo actual.