Los toreros son los últimos héroes de esta sociedad. Los únicos que se dejan matar al servicio de un arte más vocacional que el sacerdocio. Del arte del toreo. Hoy ha sido López Simón quien ha escrito una épica teñida con el color rojo de su sangre. Pero épica de hombre macho y de torero que rompe moldes para ser el número uno. El primero de todo.
- Cuando un tío se juega así la vida y literalmente se escapa de la enfermería para redondear un triunfo merece todos los honores. Porque así se engrandece el toreo y lo hicieron casi todos los que fueron ‘gente’ en esto. Pero muchos más alcanzaron el liderazgo de una época, como lo va a ser este López Simón, que acaba de alcanzar el fajín de generalato del toreo.
Temblarán las acomodadas figuras y la afición ya tiene un particular banderín de enganche con ese torero natural del pueblo de Barajas que acaba de demostrar que se va a comer el mundo. Todo en una tarde que se enredó con su percance y que también se vivió con la pena que Madrid no acabó de darle el sitio que merece un torerazo como Urdiales tras jugársela en el tercero, frente al que estuvo hecho un tío de verdad entre la fría indiferencia de la llamada cátedra madrileña.
CORNADA
“Valiente, López Simón, torero de corazón.”
¿Recibir una cornada?,
a mí no me importa nada,
vengo al ruedo por el triunfo
de los Dioses del Olimpo.
Siempre buscando la gloria,
forjando fiel trayectoria,
plasmo mi verdad taurina,
que en el arte se origina.
Valor, arrojo, hombre fuerte,
confiadísimo en la suerte,
me cuida La Virgencita,
mi vida lo necesita.
Soy torero de fortuna,
de los cuernos de la luna,
preparo muy bien mis tientas,
el paseíllo, en Las Ventas.
Arrimado, más que nada,
¿qué me importa una cornada?,
pitones, rocen mi traje,
del miedo, hoy, me sustraje.
En los gajes de un oficio,
que da cielo o precipicio,
cortando rabo y orejas,
logrando indulto, sin quejas.
Defiendo mi tauromaquia,
realidad, festejo, magia,
me gusta astado cinqueño,
bravo, de casta, de ensueño.
Con más de quinientos kilos,
que levante los suspiros,
más de media tonelada
que, a mí, no me importa nada.
Soy espada, el más osado,
¡madre mía!, toro pasado,
muy cerquita de mi vientre,
Dios proteja al que lo intente.
¡Qué un olé, surque los vientos!,
las palmas sean mis alientos,
de una afición sublimada,
por el toreo enamorada.
Banda de Música, suene,
que un paso doble, resuene,
tóquenme “España Cañí”,
la cuna donde nací.
Viendo llenos los tendidos,
por seres bien entendidos,
en cuestiones de la lidia,
con decoro, sin perfidia.
¿Qué pierdo, al perder la vida,
sufriendo mortal herida?,
revolcado, lastimado,
nunca, jamás me he rajado.
Piel surcada, por raíces,
sangrantes mis cicatrices,
cosidas llevo las venas,
de un hilo penden mis penas.
Aunque sufra otra cornada,
a mí no me importa nada,
mas que cimbrar una Plaza,
soy alma que no fracasa.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 20 de septiembre del 2015
Dedicado a Don Carlos Campos, fiel amante del toreo
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