El rumbo perdido de Salamanca

La Salamanca taurina vive a la deriva con las aguas revueltas y ajenas a la realidad. Desde hace tiempo navega por los mares de la Tauromaquia en un barquito de papel y lo peor es que el particular submundo local no acaba más que limando ilusiones.

No es que la capital del Tormes haya perdido desde hace años el prestigio del que gozó cuando era un referente que tuvo su espejo en aquella feria de septiembre de tanta categoría. Hoy, de aquel esplendor, únicamente quedan los recuerdos, mientras que el actual trata de volver a emerger, pero sin lograrlo por culpa de unos precios desorbitados e inadecuados que han acabado de echar a la gente de la plaza.

Hoy se sigue apostando por los actuales toreros de la tierra –aunque más de boca que en la realidad–, que los hay muy buenos, pero el propio ambiente charro, con tantas pompas de jabón, es el peor enemigo para esos chavales por hacerlos vivir ajenos a la realidad de esfuerzo y motivación que supone ser torero. Prueba de ello es el enorme desastre protagonizado por las distintas entidades, públicas y privadas, en la concesión de premios durante las últimas semanas amparándose en lo mejor de la feria, según se criterio.

Escribimos hace unos días del monumental ridículo en conceder a El Juli el premio a la mejor estocada. Quien hicieron posible tal tropelía no han hecho más que reírse de la afición y de la pureza del toreo. Lamentable a todas luces y sin nada que lo justifique a no ser, como escribí recientemente, que el jurado se hartase de vino antes de votar. Ese premio a El Juli es el escaparate de la actual Salamanca taurina, desnortada y sin rumbo. Porque si la charra fuera una afición seria se le vetaba, además de quedar desacreditados las futuras distinciones de esta institución. Porque El Juli, pásmense, fue premiado por prostituir la suerte suprema.

Pero hay más. Otro enorme ridículo que juzga tanta falta de seriedad es conceder el premio a la mejor faena, dentro de la misma feria, a toreros distintos, sí como lo leen. Por una parte unos lo hacen con Castella y otros al local Juan del Álamo, todo ello en un inmenso despropósito en el que alguien debería poner cordura. Siempre por el bien de la Fiesta. Y por busca un equilibrio que la encamine.

Por cierto, de toda esta oleada de recientes galardones y fuegos de artificio ajenos a la realidad lo único serio y sensato lo ha traído Juventud Taurina de Salamanca con su aire fresco para conceder el galardón ‘los valores del toreo’, al doctor Ortega. Porque si en la pasada feria de Salamanca alguien mereció un premio de verdad ese fue el doctor Ortega por la intervención que le hizo a Miguel Ángel Perera, a quien devolvió a la vida tras la horrorosa cornada sufrida. Esa entidad, Juventud Taurina de Salamanca, merece ahora mismo todos los elogios por traer frescura mientras el resto sigue con la habitual caspa.

Por último algo que no puede pasar inadvertido. Se trata de tener al frente de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca a un nefasto diputado, analfabeto taurino, cuyo mérito más notable es ser el pelota oficial de los mandamáses provinciales y regionales del PP. Ese personaje llamado Jesús María Ortiz, protagonista de actividades muy dudosas y un don nadie con aires de grandeza, es quien fue nombrado para conducir la Escuela de Tauromaquia. Para pasmarse. En breve escribiremos más largo y tendido sobre la incompetencia de este diputado provincial cuya primera y nefasta aportación ha sido ampliar el centro como escuela de aficionados, lo que es un insulto para los chavales que quieren ser toreros. Y también para los practicantes de deportes minoritarios que carecen de ayudas y ahora tienen todo el derecho para pedirlas.

En definitiva, más le vale que en vez de buscar tanto agasajo, como los excesos de premios, la mayoría injustos, intenten arreglar el toreo y pongan orden en las muchas cosas mal hechas. Porque la verdadera realidad de la Fiesta, aunque la pretendan disfrazar, es que está muy herida y lo que se antoja más necesario que nada es crear aficionados ilustrados –no de roneo–. Porque perdida la figura del aficionado nace el grave problema que trae el ‘todo vale’. El nacido con las actuales políticas, que no hacen más que agravar el estado de la Tauromaquia, aunque la vistan de chaqué para sacarla a pasear.

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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