Se fue Limeño en silencio. Como era su vida. Sin dar un ruido y ajeno a cualquier algarabía. Porque a José Martínez ‘Limeño’ siempre le gustó pasar tan inadvertido que incluso apenas le gustaba hablar de esos momentos tan gloriosos que protagonizó en el toreo durante la pasada década de los 60. Sobre todo en la plaza de Sevilla al abrir cuatro años consecutivos la Puerta del Príncipe, en tres ocasiones tras desorejar a los toros de Miura, hierro tan aliado a sus trayectoria. Sin embargo los contundentes triunfos no le valieron para torear en Madrid –plaza en la que triunfó de novillero–, ni en las ferias del norte, lo que le impidió ser figura, por lo que un día de 1971, aburrido y desengañado, decidió marcharse. Aunque reapareció en dos ocasiones, en ambas de manera fugaz.
Recuerdo a Limeño en sus tiempos de veedor de toros, arte en el que fue figura. Viajaba con frecuencia a Salamanca, siempre con su apostura natural y sencillez. Se hospedaba en El Cruce de La Fuente de San Esteban y fueron muchas las veces que lo saludé y compartí un rato de agradable conversación. Porque Limeño era un señor. Un santo varón.
De él escribí lo siguiente en el libro ‘Mi Verdad del Torero’:
“O el caso especial y sorprendente de un valiente que brilló, por encima de las demás, en las corridas de Miura como fue José Martínez ‘Limeño’, quien en tres años logró cuatro Puerta del Príncipe y no le sirvió ni siquiera para torear en Madrid de la forma merecida cuando estaba embalado. Aunque aquí pesó en su contra que era apoderado por Diodoro Canorea, quien en esos momentos, estaba peleado con la empresa de Madrid. Limeño, que fue grande, fue figura en Sevilla, plaza en la que tuvo infinidad de partidarios y en la extensión de las plazas de su rincón gaditano, fue otro caso inexplicable de injusticias que existen en el toreo. Aunque su leyenda de valiente no se la quita nadie, como tampoco su amor a la Fiesta, a la que ama sin ningún tinte de amargura en sus palabras y a la que sigue vinculado desde su profesión de veedor de toros en el campo”.
Leo en silencio la triste noticia del fallecimiento del maestro Limeño. Solo lo vi en un par de ocasiones, las dos junto al maestro Pedrés.
Un miércoles del mes de abril, me llevaron en la DKV de D.Miguel Arjona al Collado de Malvarin, de D.Fernando de Velasco. También iban Pepe «porvenir»y mi padre. Y por supuesto yo. Ese día me iba a poner delante de mi primer becerra( erala). Corría el año 59 o 60
Mi primera vez, me sentí el amo del mundomundo. Quería ser torero.
Ese recuerdo de los dos maestros perdura en mis recuerdos.
D.E.P. Maestro Limeño.
Pedro, un fuerte abrazo.
Paco, eres un fenómeno, da gusto leerte.