Hoy todos somos El Soro

Cual Ave Fénix, Vicente Ruiz ‘El Soro’ fue capaz de resucitar de sus propias cenizas. Se levantó de la silla de ruedas y cuando nadie pensaba en el milagro se olvidó del reloj para entrenar sin límite hasta conseguir volver a los ruedos. Tras un enorme esfuerzo fue capaz de ‘desinflarse’ y perder casi cuarenta kilos que le sobraban acumulados en la época de inmovilidad física. Con enorme tesón y una fe en la que entonces solamente creía él –junto a la intervención del doctor Cavadas- logró el hito de volver a torear y a levantar las plazas con sus jaleados pares al molinillo. Pero sobre todo porque es un torero.

Esta tarde vuelve a Valencia con la pasión que explota una traca fallera y en medio de tal expectación que se llenará la plaza. No miraré si está bien o mal, eso es secundario y aquí hoy sobran puristas y ‘tirapiedras’ en el camino. Lo admirable es la lucha de este hombre para conseguir un logro que parecía imposible a raíz de destrozarse rodilla a principio de los 90, a la que sumó el rosario de otros percances. Por su ejemplo de lucha y tenacidad mando mi abrazo a Vicente Ruiz ‘El Soro’, quien siempre fue un gran amigo, un hombre muy querido por todo el toreo y un espejo en el que mirarse cuando nos resistimos a buscar un logro por parecernos imposible.

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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