Embebido por la corrida de Victorino Martín y el memorable triunfo del Atlético de Madrid se fue la tarde del miércoles como el agua entre las manos. Hoy, 14 de abril, aniversario de fastos republicanos y de un viaje real al puerto de Cartagena, que jamás tuvo retorno, despierto y me pellizco la mano para saber que todo es real. Y la vida, que puede ser tan hermosa, continúa dejando atrás la senda de la existencia por la que no se ha de volver a pisar.
Por Sevilla –rodeada de su magia- siguen de feria y en el escenario las noches caseteras, con fondo ambientado por las alegres ‘sevillanas’ e impregnado del olor a fino y rebujito, en medio de ese entorno de calles llenas de colorido e identificadas por los nombres de gloriosos toreros, queda el poso de lo ocurrido en su Real Maestranza, hecho para sentir el aroma más puro y artístico del toreo.
La feria había dejado solamente dos toros charros del Pilar y otros dos manchegos de Daniel Ruiz que se fueron sin torear, porque delante tuvieron manos que no justificaron su presencia en los carteles; pero por medio de todo llegaron fracasos sin justificación, algunos impresentables, más que ninguno el de Juan Pedro Domecq –una vez más- y el de Jandilla.
Sin embargo llegaron los ‘victorinos’ con su leyenda de bravos y fue la tarde de la reconciliación del público con la emoción. Gracias a esos ‘grises’ que se crían en Las Tiesas por tierras extremeñas de Coria y lograron que La Maestranza vibrara con la clase de sus embestidas, con la emoción de sus galopadas para entrar humillando a las telas y dejar un surco en las arenas en el que sembró la semilla de la grandeza. Tras otro bravísimo toro llegó ‘Cobradiezmos’ que inmortalizó un fenomenal Manuel Escribano y fue en sí mismo un homenaje a la bravura que levantó de sus asientos al aficionado e hizo rugir a quien seguía la corrida a través de televisión. Ese toro y esa corrida fue el pan que alimentó los tiempos del hambre.
‘Cobradiezmos’, que tenía el morro lleno de arena gracias a sus incansables embestidas, me recordó a un magnífico toro de ese hierro lidiado hace casi 30 años en Valladolid, concretamente el 23 de septiembre de 1988. Esa tarde va a las manos de un jovencísimo Juan Mora un ‘victorino’ que humilla haciendo un surco y maravilla al propio torero, que pone a la gente en pie tras una faena para el recuerdo –a la altura de la histórica Pepe Luis, con el Villagodio en esa plaza castellana-. Al año siguiente, en 1989 Juan Mora mata toda la camada de Victorino Martín gracias a aquel toro que tuvo tanto parecido con el que ayer lidió Manuel Escribano de nombre ‘Cobradiezmos’ y que fue indultado para gloria de la Fiesta.
Hoy, tras tanta felicidad, brindamos por el toreo de verdad. El de la grandeza y el de la emoción que traen los ‘grises’ de Victorino. Como la tarde de ayer en Sevilla que ha quedado escrita para la posteridad con letras de oro.
FUE UNA PENA QUE NO ESTUVIERAS EN VITIGUDINO EL DIA 16-8-2013 QUE SE INDULTO EL TORO «ESCLAVINO», POR ESAU FERNANDEZ, DE LA GANADERIA DE VICTORINO. HUBIERAS ESCRITO UNA CRONICA A LA BRAVURA