MIS LECTORES SABEN QUE DETESTO LAS COMPARACIONES, PERO EL CASO DE HOY ES UNA EXCEPCIÓN QUE CONFIRMA LA REGLA.
El triunfo de Roca Rey es el éxito de las ganas y del querer. De sobreponerse para ser un caso admirable y llenar de sangre nueva el escalafón, porque este muchacho de Lima está gozalón y con la hierba en la boca gracias a una ambición sin límites. Sin remilgos o cuento alguno, mirando de frente y con la verdad entre la media luna que los pitones que trae la gloria o la sangre. El fracaso o la grandeza que llega al ‘meterse’ entre esa guadaña en la que él ha apostado a ganador. Por eso, esta tarde mientras se jugaba la vida de verdad, con toda la entrega, me ha recordado en ocasiones a aquel grandioso Diego Puerta, al que llamaban Diego ‘valor’. Por momentos -evidentemente es otra época, distintas formas y físicamente tan opuestos- había en Roca Rey algo de aquel Diego Puerta que fue un ejemplo de honradez profesional. Y el que ahora tiene un espejo en este Roca Rey que ha venido a la Fiesta para sentarse en el trono a base de valor y una ambición sin límites gracias a esas ganas de arrollar y de querer seguir figura desde el primer minuto.
Escribo estas líneas aún bajo la emoción que ha llevado a la plaza y también con ese sabor anterior de Alejandro Talavante –torerazo que marca el listón y la diferencia entre uno de tropa y una figura- pero con la sangre hervida de tantas palpitaciones llegadas gracias a este el mozo de Perú que hoy ha salido de Madrid herrado con el sello de figura. Porque cuando un tío sale así a una plaza hay que romperse con él. Y más en su caso, ya con madurez y sin dejarse llevar por absurdas novedades de hoy, sobre todo esas horrible modas de las lágrimas facilones tan repetidas entre los toreros que triunfan en Las Ventas.
Brindo por Roca Rey, una especie de Diego Puerta en versión siglo XXI, que lo ha confeccionado a medida José Antonio Campuzano, el maestro de Gerena con un olfato especial para descubrir figuras. Me alegra este triunfo también por Campuzano, que ha llevado sus dotes de maestro a sus discípulos. Antes a Castella y ahora a este Roca Rey que ha venido para lucir los galones de general y nos ha emocionado tanto esta tarde que ha estrenado su estatus de figura.
Arrojo si, entrega también e intensidad idem cuando un torero no deja pasar un quite. Ahora bien, que perder pasos constantemente, no tener temple ninguno y entrar a matar tirando descaradamente la muleta. Y todo ello ante un toro bravucon, pero poco o nada bravo. Siendo justos, las cosas in situ se viven de otra manera, además este torero conecto muy bien con el público Isidro, y es que al fin y al cabo «cada cual hablara de la feria, según le hayan contado»