¡Se nos va de las manos!

Mejor dicho, bien ido está. Y lo peor que no hay marcha atrás como el sistema no ponga arreglo a tanto abuso. Sobre todo a deshonrar y quitar los honores del toro, que es el máximo protagonista de la corrida. Le han quitado raza y emoción, los afeitan en un alto porcentaje de plazas, han matado encantes y lo peor de todo es que en algunos carteles ya ni anuncian la ganadería. ¡Qué contrasentido, señor! ¡Ahora son corridas de toreros!

El último atropello es la anunciada corrida en Calatayud. Corrida de toreros, no de toros, en otra manera de funcionar de este sistema que únicamente busca el triunfalismo y la foto final de los tres espadas en hombros. Ya se han olvidado de todo lo demás, de la lidia, de la torería, de hacer las cosas con decoro. En fin. Volvamos a Calatayud y no para preguntar por la Dolores, porque la presentación de ese cartel es una tomadura de pelo, literalmente un abuso y un puñetazo al prestigio del toro bravo. Otra prueba más de la falta de seriedad de este espectáculo que se le va de las manos por tantos abusos de quienes deberían ser los que más velasen por él. ¡Luego no lloren, que la gente no es tonta! ¡Y la están echando!

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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