Curro Díaz llegó a Pamplona con su alma vestida de luto y oro. Con el sentimiento a flor de piel tras ser testigo directo de la tragedia de Teruel unas horas antes. Porque él fue el primero que recogió a Víctor Barrio tras la cornada mortal y quien lo depositó sobre la mesa de la enfermería, junto a otros miembros de las cuadrillas, para que los doctores certificasen la defunción tras una lucha imposible.
Desde Teruel, en medio de la noche triste en la que lloraban las estrellas y con la congoja en el corazón a Pamplona en un viaje interminable. Porque los toreros se deben a un arte y no hay mejor manera de tributar el respeto al compañero caído volviendo a hacer el paseíllo a la tarde siguiente. Porque la Fiesta sigue y en su recorrido la muerte también es grandeza.
Ese viaje de Curro a Pamplona debió tener en él la misma sensibilidad que la de Luis Miguel Dominguín a la tarde siguiente de la tragedia de Linares cuando compareció en Almería e hizo el paseíllo llorando junto a Parrita y Gitanillo de Triana, quien también fue testigo a de la trágica corrida de Linares. Aquel día fue de los muy pocos que Luis Miguel no ‘estuvo’, que deambuló por la plaza y sufrió hasta una fea voltereta, mientras que un Gitanillo de Triana era incapaz y se quitó del medio su lote como pudo entre la pitada del público. Mas reciente y aún viva en el recuerdo está la muerte de José Cubero ‘El Yiyo’ caído en las arenas de Colmenar Viejo en una corrida de la Feria de Los Remedios que toreaba con Antoñete y Palomar, parecido a la Víctor Barrio, que lo zarandeó al suelo y allí lo asesinó de una cornada en el corazón. Pues esa noche el maestro del mechón, junto a cuadrilla, tras velar a Yiyo en su piso de Canillejas inició un largo viaje a Almería, si también a Almería en este caso, para torear en el día que un nervioso Antoñete prendía un cigarro sin haber apagado el otro; de un Antoñete que en esa ocasión no estaba, por lo que sufrió un grave percance.
Y es que los toreros son de otra pasta. Y no solamente los que torearon en el mismo cartel de la desgracia, también el resto de compañeros y allegados. Porque veinticuatro horas después de enterrar a El Yiyo, su íntimo amigo Lucio Sandín, con el que formó ‘Los Príncipes del Toreo’, la inolvidable terna de ilusiones, estaba anunciado en Barcelona y allí compareció, pero bajo la emoción y el llanto por el amigo. Bajo la tensión de ver cómo se fue aquel muchacho con el que creció y compartieron tantos proyectos juveniles. Tampoco estaba ese día Sandín y resultó herido.
Por eso me descubro ante este Curro Díaz que hoy en Pamplona toreó con el alma vestida de luto y oro tras aparcar los sentimientos porque la mejor manera de honrar a Víctor Barrio era sobreponerse al dolor y volver a torear. Porque gente como Curro Díaz dignifica esta Tauromaquia que es el arte más glorioso y lo más bonito del mundo.
Emocionante artículo, Paco. Lleno de verdad y sentimiento. Gracias
Muy buen artículo Paco. Víctor Barrio siempre en el recuerdo. D.E.P.
No soy objetivo valorando a Curro Díaz, un torero fuera de serie en la plaza y en la calle, con una torería basada en el arte y la naturalidad. La Tauromaquia actual no puede prescindir de la armonía, de la cadencia y de la naturalidad de su concepto; algo que deberían tener en cuenta los gerifaltes del sistema que dicen abanderar el cambio que la Fiesta necesita, porque ese cambio no es otro que la pureza, emoción y torería que el toreo de Curro lleva implícito. Él es en el Toreo ese poso de veteranía y lucidez que da la experiencia, como todo en la vida, para saborear los buenos momentos. Y anunciándose con variedad de encastes sin importar la Plaza y abriendo plaza si es necesario.
Un torero que debería estar en todas las Ferias para disfrute del aficionado… y del público.
Desde Cuenca, saludos encantados.