Eugenio de Mora, el poso de un torero

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El día de la Virgen, la tradicional fecha más taurina del año, siempre es una buena ocasión para ir a Madrid y disfrutar con su corrida en honor a la Virgen de La Paloma. Ya es una fecha clásica apuntada en el calendario. Y además, un placer disfrutar Madrid en el ecuador de agosto sin atascos, ni algarabías. Lejos de las prisas tan habituales, aunque eso sí el intenso calor de la meseta allí sube dos o tres grados más. Pero aun así tiene su encanto.

Pero las verdaderos encantos son los de disfrutar una tarde de toros en Las Ventas. Uno de los últimos reductos que conservan la Fiesta plena y verdad, con su integridad imperante en el coso de la calle de Alcalá el triunfo es legítimo y nunca regalado –lejos del triunfalismo con el que pretende tapar las goteras el ‘sistema’-. Ahora, que en provincias las corridas ya son de ‘toreros’ –hemos visto hasta algún cartel que no anuncian la ganadería- y el final la salida apoteósica en hombros de la terna y del mayoral, sin faltar que incluso hasta puede haber algún indulto –por cierto, a Dios Gracias, este año hay menos fiebre- Madrid ofrece la autenticidad de la tarde de toros. Es la diferencia y por eso es un lujo disfrutar en el precioso coso de la capital.

Y más en una tarde como la de ayer, tradicional del abono madrileño con un primor disfrutar con Eugenio de Mora, con tanto poso,  ritmo y sentido clásico sobre la diestra. No es nuevo que Las Ventas se entregue a Eugenio de Mora en esta etapa, ya veterano y alejado del circuito de las ferias, con escasos contratos firmados, pero cuando mejor interpretación tiene de su larga carrera, con ese mencionado poso, el temple, los conocimientos y la torería. Y la mejor prueba es que ha encontrado su sitio en Las Ventas y nada es casualidad cuando ya lleva cortadas cuatro orejas en dos años. Aunque de poco le han servido porque los que antes ponía a un torero a circular –incluso con una vuelta al ruedo en Madrid se daba una vuelta a España- ahora no consiga más que para volver otro domingo cuando ya tiene atesorados méritos para Otoño. ¡So pena de ‘sistema’!

Ojalá cambie, porque este tipo de toreros son un privilegio. Son toreros de aficionados. Y la prueba importantísima faena de ayer a su segundo, teniendo que tragar hasta someterlo por ese pitón derecho para lograr dos series cargadas de torería. Dos series enlazando muletazos entre olés y con remates por abajo muy solemnes, de crujío. La oreja fue de ley y la paseo en medio de una vuelta al ruedo que le debió saber a gloria.

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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