Simón Casas, cual Napoleón del siglo XXI, ha conquistado Madrid y ya se sienta en el trono del toreo al carecer de competencia en la adjudicación y abusar de su confianza los de Taurodelta (que esta mañana deben estar dándose cabezazos contra las paredes). Él llega directamente al poder y sin ningún ‘Pepe Botella’ a su lado en una operación avalada por Nautalia, la compañía de viajes que en San Isidro nos invitaban a ir a bucear a un cenote del Caribe -¡cuándo lo del toreo para el toreo sin dejar de depender de constructores, empresarios de viajes…!-.

Tengamos con él el beneficio de la duda, sí, el que debe tener siempre y más con Madrid que era una plaza que ya pedía un cambio en su gestión, pero de ahí a concederle la gestión ¡a Casas! Porque quien conoce la trayectoria de este personaje es normal que se muestra escéptico y con todas las preocupaciones habidas y por haber.

De todos los taurinos es que el tiene más oratoria, habla mucho, demasiado y en numerosas ocasiones todo fue humo. Por eso no es bueno lanzar las campanas al vuelo y se debe tener mesura para ver cómo comenzará a trabajar y cómo se desarrollará el futuro de Las Ventas, que es el del toreo. Pero sus declaraciones siempre han dejado mucho que desear, sobre todo entre los amantes de la Fiesta con emoción y de esa Fiesta que ha echado a perder el ‘sistema’ en las dos últimas décadas.

No olvidemos que ha desprestigiado públicamente a numerosos aficionados, a autoridades, a periodistas… que no piensan como él. Porque él busca la fiesta ‘ligt’, la del torito mocho implantado en Nîmes, la del público amaestrado que todo lo aplauda y pidan alocadamente las orejas. Además que pregunten a ganaderos por su seriedad o a algunos matadores que ha apoderado. Y con ese bagaje llega a Madrid, donde me temo que vuelvan los convulsos tiempos previos a la llegada de Chopera. Que puede ocurrir y m como Napoléon, al final se tenga que auxiliar y buscar su particular Santa Elena.

Ojalá me confunda y lo deseo de verdad, poder confundirme, pero la llegada de Simón Casas a Madrid es jugar con fuego en el futuro de la Fiesta. Y la Fiesta no está para experimentos, per también es verdad que entre Taurodelta y Casas no había mucho para elegir. Es como si a un sentenciado a muerte le preguntas, ¿cómo quieres morir bajo las balas de un pelotón o ajusticiado en la horca?