Saltaban fuegos de artificio hace meses anunciando -¡una vez más!- que el Tren del Duero recuperaría su vida en el tramo discurrido entre La Fregeneda y Barca D’Alba. Saltábamos alborozados los amigos de esa línea al prometernos que sus raíles se limpiarían del óxido del olvido. Y celebrábamos entusiasmados que volverían a brillar sus raíles a los soles de un amanecer que llevábamos esperando los largos años de abandono que trajo la oscuridad de este túnel. Ahora era la Diputación Provincial quien engatusó y hasta su presidente fue muy claro en varias ocasiones, una de ellas el Día del Almendro: “Esta vez, sí”. Y nos aferramos a su promesa, cual si fuéramos presos de esta clase política, de la misma manera que si prometen el indulto a un reo camino del patíbulo.
Prometieron que sería en 2016, en este mismo año que ya comienza a escribir su epitafio y de nuevo nos acostamos en la noche de los tiempos con otra promesa incumplida. Con otra más. Y despertaremos en 2017 algún día que vuelvan los políticos a la zona para volver a engañar. Porque a fin de cuentas, en la política muchas veces el engaño y la falso promesa es el escaño que cuece el pan de quien representa al pueblo. Ocurre al quitarnos el bienestar que supondría para las bellísimas comarcas del Yeltes, Abadengo y Arribes recuperar para fines turísticos el ferrocarril más espectacular de la vieja Iberia. Pero, todo indica, nos han vuelto a engañar y en su lugar vendrá unas sucias minas asesinas que dejarán convertido en un erial miles de hectáreas que hoy conforman un bosque mediterráneo que es un paraíso de la naturaleza.
Por cierto. Ojalá me confunda y estos días ese tramo férreo se llena de máquinas y de trabajadores para recuperar el esplendor perdido. De verdad, nada más quería que comerme este artículo; pero desgraciadamente me temo que una vez nos han vuelto a engañar. Y ahora ha sido la Diputación del señor Iglesias –que no la de Salamanca-. Porque esa institución provincial se ha convertido en el particular coto de su presidente. El mismo que ahora ha vuelto a engañar al oeste salmantino con ese Tren del Duero; el mismo que, en distintas épocas, tanto ha servido a los políticos para especular con falsas promesas en sus fuegos de artificio que llegan con las elecciones.