En medio de la paz del invierno, pendientes de las noticias de América y ya con los planos diseñados de cara a la venidera campaña, la hoguera taurina se atiza en la vieja España. En la raíz del toro. En los despachos se trabaja y los veedores de Simón Casas ya tienen reseñadas la mayoría de las corridas que se lidiarán en Madrid; al igual que los de Sevilla ya han hecho las labores de campo.
Se sabe que existe actividad por el humo que sueltan las chimeneas de los despachos, pero apenas trascienden los movimientos a una afición que, como siempre, no tiene protagonismo alguno más que en las taquillas, del resto ni se le consulta. Al menos aquí en España, porque sin embargo en Francia en la mayoría de las ferias se atan cabos con mucha antelación preguntando a la afición sus preferencias. Y desde meses antes acuden al campo las comisiones para ver las corridas. La luz y taquígrafos exigida en Francia, aquí siempre le hemos echado de menos, de ahí que en esta Fiesta esté presente un oscurantismo impropio del siglo XXI.
Pero sin duda la gran noticia de este invierno es que cada vez en mayor medida la Tauromaquia está gestionada por manos extranjeras. A la enorme fuerza que sumaba ya el francés Simón Casas –con el añadido de Las Ventas- se suma ahora la alianza del grupo mexicano de Alberto Bailleres con los hermanos Pablo y Óscar Chopera en la gestión de las plazas que hasta ahora era responsabilidad de los vascos. ¡Si el viejo Manuel Chopera levanta la cabeza! Y aquí surgen dos preguntas que quedan en el aire y el tiempo dará una respuesta. La primera, ¿qué ocurrirá en Bilbao? Dicen que la Junta está informada, pero aún así hay dudas. Sobre todo porque la gestión taurina en Bilbao está en manos de Juan Manuel Delgado y de Javier Aresti, dos personajes que han dado claras muestras de su incompetencia y claros culpables de la enorme decadencia vivida en la capital vizcaína durante la última década. Y es que lo peor que le puede ocurrir administrativamente a Bilbao es seguir en manos de estos los ‘asaltacallejones’ Delgado y Aresti.
Alberto Bailleres ha dado un enorme salto a golpe de talonario en la Tauromaquia.
La otra pregunta es qué opina la familia Cuesta, propietaria del coso de Almería, que se lo tienen arrendado a los Chopera desde 1955. Aquí es sabido que los Cuesta ya no respiran como lo hacía en tiempos de Manuel Chopera –o incluso antes su padre, don Pablo-, con quienes jamás hubo fisura alguna y todo se hacía con un apretón de manos. Ahora el futuro de los Chopera-Bailleres en Almería será otra pregunta que responderá el tiempo, pero ya nada será igual.
Hoy, entre los grupos de Casas y Bailleres dirigen más medio toreo en cuanto a gestión de inmuebles. En toreros el poder sigue en manos de Matilla, quien luchará para no perder su sitio de privilegio y no se descarta que estén ultimando alguna jugada en el particular tablero de ajedrez que ha convertido la Fiesta la gran empresa. Para esa gran empresa que ha ‘matado’ a la mayoría de los pequeños empresarios, a quienes ahoga, lejos de los tiempos que hubo media docena de empresas potentes -¡algunas incluso serias!- y entre ellas vivían con decoro medianas y pequeñas. Sin embargo ahora vemos como los todopoderoso hermanos Lozano han quedado ya tan reducido que su actividad se limita simbólicamente a Pontevedra, Toledo y Albacete –en esta al alimón con Manolo Caballero y Manuel Amador-. Lo mismo que José Antonio Chopera y su hijo Manuel, ahora mismo y tras su salida de Madrid, limitados al apoderamiento.
Y entre las medianías sobreviven varios nombres. Es el caso de Tomás Entero o el de Carlos Zúñiga, taurino de la vieja escuela y que persiste con la defensa que ha sabido hacer de la joya de su corona que es el Bibio de Gijón para salvarlas de los infiernos; del resto en pocos años han sido borrados muchos nombres en esta pérdida de valores de la Tauromaquia entre las empresas españolas, que han visto ‘internacionalizar’ la Fiesta.