Nos las prometíamos muy felices cuando los más altos tribunales del Estado rechazaron la dictatorial prohibición de celebrar festejos taurinos en Cataluña llevada a cabo por los gobiernos separatistas alimentados de la falsedad y el odio a España. Al final, tras cinco años de una interminable espera que no parecía tener fin, llegó la deseada luz verde por el Tribunal Constitucional. Y por tanto, oficialmente, los toros podían volver a Cataluña. Bueno, a Barcelona para ser más exactos, último reducto taurino de esa tierra que hasta el inicio de la década de los 80 celebraba más festejos taurinos que ninguna otra.
El hipotético regreso se celebró en casi todos los foros taurinos como lo más y hasta algunos portales volvieron con la palabrería de ‘esto está como nunca’, ‘el futuro de la Fiesta es esplendoroso’… Se aventuró demasiado e inmersos en la euforia casi nadie reparó en la realidad. Solamente, en tanto fuego de artificio, surgió la voz de Enrique Ponce para decir que se alegraba y poner los puntos sobre las íes al manifestar, con sensatez y claridad, que se debía actuar ya y dejarse de celebraciones. Que la único forma de podían regresar los toros era si se empezaba a programar algo desde ese momento. A ilusionar con fechas y a mover el rodillo para que fuera una realidad.
Sin embargo pasaron semanas y la algarabía inicial se fue apagando para volver a la dura realidad, que no era otra que el sospechoso silencio de la familia Balañá, dueños de la plaza y los Matilla, últimos empresarios de La Monumental. En el momento que la declaración de ellos era la más esperada nunca llegó -o al menos hasta ahora-. Se aferraron al silencio, sin que nadie sepa nada, al menos oficialmente, sobre cuáles son sus planteamientos o ideas.
Otra vez el oscurantismo imperante en la Tauromaquia y la necesaria falta de información al aficionado queda patente a cargo de la gran empresa. Aún así se esperaba una reacción de ellos a última hora, una vez que numerosas partes implicadas en el regreso de la Fiesta a Barcelona se reuniese el pasado domingo alrededor de un almuerzo reivindicativo en La Barca del Puerto Olímpico para tratar de construir el castillo del futuro. Sin embargo a pesar de encontrarse toreros, ganaderos, Fundación del Toro, periodistas, aficionados… prometiéndoselas felices la realidad de todo es que allí no estaba, ni tampoco dio señales de vida, de quien se espera que diga qué piensa hacer con La Monumental, ahora que ya pueden celebrarse festejos taurinos. Porque la desilusión se hizo patente en medio de un ambiente ‘desbalañado’ y ‘desmatillado’. Que son quienes de verdad tiene la palabra.