Corrupción en el Campo Charro

Llora nuestro Campo Charro, lloran las encinas y la impotencia se adueña de quien presencia este terrible delito ambiental –amparado por las instituciones- que convertirá el paraíso de las encinas en unas minas de uranio a cielo abierto y un posterior centro de residuos nucleares que llenarán de cáncer y muerte al más bello rincón de la charrería, el mismo que ya empieza a escribir su réquiem.

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Hay que remontarse a más de dos siglos atrás, a principios del XIX, hasta encontrar algo que dañase tanto a esa hermosa zona de Salamanca. Entonces vino con ‘la francesada’ y la invasión de las tropas napoleónicas que llegaban violando a las mujeres, quemando iglesias, apañando las reliquias de valor, robando ganados y destrozando aquello que encontraban a su paso, sin olvidar que prendían fuego a extensos encinares para evitar las emboscadas. Con el pueblo atemorizado surgió un grupo de voluntarios capitaneado por aquel valiente campesino de Muñoz llamado Julián Sánchez y que pasó a la historia con el nombre ‘El Charro’, quien junto a sus lanceros puso en jeque al mismo Napoleón venciéndole cuantas veces se enfrentó a sus subordinados entre el paisaje de nuestras encinas para lograr ser don Julián Sánchez un héroe de nuestra tierra que alcanzó el grado de brigadier, hasta que aquel traidor Fernando VII, que llamaban ‘el deseado’ y resultó ser el más cruel y dañino de nuestros reyes lo despojó de sus títulos y honores, al igual que hizo con los gloriosos defensores de la Patria y de la independencia de España.

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 Por eso hoy necesitamos otro Julián Sánchez ‘El Charro’ para acabar con quien ha llegado a desertizar y llenar de muerte a ese rincón de Retortillo y Villavieja que han condenado a la guillotina por lo intereses, con consecuencias que afectarán a toda la comarca, desde La Fuente de San Estaban a Vitigudino, sin olvidar los Arribes porque los vertidos al Yeltes seguirán después al Huebra para desembocar en el Duero y seguir camino de Portugal.

Hay mucha suciedad en el ‘modus operandis’ de una compañía de tintes mafiosos llamada Berkeley y dedicada a especular en los mercados. Porque no tiene sentimientos y le da igual el futuro de esta tierra al tratarse de mafia que además ha utilizado el mal momento social y la necesidad laboral para malmeter y comprar las voluntades de pobres gentes, de vacío intelectual y que han demostrado aborrecer su raíz. ¡Pobres diablillos a quien Dios libró de la esclavitud del talento!

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Solamente escribir el nombre de esa multinacional tiemblan los dedos por el asco que produce tener aquí a quien viene a matar un paraíso, a traer miseria y ruina para el mañana. A asesinar por la espalda a uno de los mejores balnearios de España y destrozar para siempre lo que debería ser el parque natural ‘Riberas del Yeltes’. Y eso consintiéndole algunos moradores de Retortillo –los menos- vendidos al dinero de la sucia Berkeley. Tristes gentes opacas manipuladas de manera ruin y hasta con acciones de matones de prostíbulo –como unos concejales que amenazaron de muerte a miembros de Stop Uranio-, sin olvidar al anterior alcalde, que tanto se manchó las manos para beneficiarse económicamente en un claro delito del que darán cuenta los tribunales.

Mientras llega a Campo Charro un Julián Sánchez ‘El Charro’ para frenar toda la ponzoña y miseria que siembra la semilla de Berkeley, para parar el destrozo tan cuantioso producido y las miles de encinas arrancadas de raíz, sin sentimiento alguno, de la faz de su tierra.

Duele ver todo lo que ocurre. Más aún donde uno ha disfrutado tanto de esa zona, propia de un paraíso, ahora infectada por las tropelías de Berkeley. Prueba de todo lo que significa y el sentimiento de siempre hacia ella os paso el texto de un reportaje que escribí en 2008 de esa bonita zona que ahora es asesinada. Entonces la mina era solo un runrún que ni de largo hacía suponer la bestialidad que ha alcanzado.

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                                                               Por tierras de Retortillo

Al llegar a un bar que tiene el sugestivo nombre de ‘Casablanca’ y está junto al Balneario de Retortillo, el senderista tiene la sensación de rebobinar la película de su vida. Entonces piensa que la magia existe y de nuevo se ha convertido en veinteañero, de lo que llega a sentirse seguro. Aunque vuelve a la realidad cuando se mira a un espejo y definitivamente comprueba que está en el año 2008 y en su edad, muy a su pesar, ya tiene el ‘4’ por delante en su prefijo y su cara delata cierta edad, porque la vida ha transcurrido y aunque 20 años no son nada, como dice su canción, comprueba con lástima que el rostro lo tiene bastante más ajado de lo que él hubiera deseado.

Todo eso le sucede porque en ese local, que tiene mucho encanto, parece que el tiempo se ha detenido, los relojes han dejado de correr y todo sigue igual que la última vez que entró en su interior, hará de ello, lo menos ya dos décadas. El bar ‘Casablanca’ es un lugar pintoresco, anclado en su propia época, con el encanto de las antiguas tabernas de carretera. Pero lo mejor que tiene es una situación privilegiada en un paraje charro para soñar y al lado de ese palacio de la salud que es el famoso Balneario de Retortillo, de cuya clientela se nutre esencialmente.

El senderista, que llega reventado y con la lengua fuera después de caminar varios kilómetros sorteando las grandes peñas de granito que hay por las vecinas orillas del Yeltes, permanece unos minutos en el interior del bar donde sacia su sed tomando unos botellines. Después de abonar la consumición decide sentarse en el exterior donde hay una terraza que está muy cerca de la carretera, aunque como es más clásico y está algo chapado a la antigua prefiere hacerlo sobre unas lanchas de piedra, que van a modo con aquel rincón, que sobre las modernas sillas de colorines.

Allí, se pone a pensar en lo hermoso que quedó atrás esa mañana y tanto le encantó después de patear esos parajes. Sobre todo una pequeña puente romana que parece sacada de un sueño y el senderista se prendó de ella. La pequeña puente une las dos orillas del Yeltes, que allí forma un profundo y espectacular cañón, junto a varios molinos harineros cuya existencia rememora muchos siglos de antigüedad. Aunque quizás sean inmediatamente posteriores al asentamiento romano existente en la zona y con el vestigio de la pequeña puente y del que aprovecharon sus moradores las aguas sulfurosas del balneario, como reza una inscripción romana grabada en una piedra conservada en ese lugar.

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El paisaje es tan fantástico como solitario, sobre todo porque allí apenas hay resto de la sociedad, aunque es el lugar soñado para perderse del mundanal ruido. Por eso no duda el senderista que una vez transcurrida la feria coja la mochila, la tienda de campaña, tire el móvil y se olvide del mundo para relajarse en aquel lugar y buscar la paz interior perdida. Que falta le hace.

Pero bueno, aunque el senderista se haya enamorado de la puente romana y de los antiguos molinos, se vuelve a admirar cuando, ya cerca del balneario, contempla con sorpresa cómo el río discurre completamente encajonado. Pero la sorpresa es todavía mayor cuando entre las peñas descubre pequeñas calas fluviales ideales para el baño del verano, pero sobre todo para poder tomar el sol como uno vino al mundo, si es menester.

Mientras permanece en la cala -aunque vestido- recuerda que allí, al lado está la finca El Pito, donde vivía un personaje peculiar llamado Manolo que vendía leche por los pueblos del contorno. Manolo era un hombre simpático, cuya vida nunca pasó desapercibida, a pesar de que el nombre de la finca le dio más de un disgusto. Uno de ellos con una señora que fue a agradecer la calidad de su mercancía: “Señor Manolo, que leche más rica vende usted, ¿de dónde la trae?”.

  • ¿A que le gusta?
  • Si, mucho, ¿y dónde es?
  • Del Pito, señora.

Entonces la mujer dándole ‘otra’ interpretación se ‘alzó en armas’ y le arrojó al bueno de Manolo la leche por la cara.

El senderista sonríe al recordar la anécdota antes de darse cuenta que el reloj corre de verdad y cuando se quiere dar cuenta debe emprender el camino de regreso. Atrás queda el acogedor bar ‘Casablanca’ donde hace un rato cuando entró y, antes de mirarse en el espejo, pensó que tenía otra vez 20 años.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

7 comentarios en “Corrupción en el Campo Charro

  1. Vale mucho más la bellota que el uranio ,el uranio solo lo sacas una vez.. después que? Todo contaminado y como chernovil

  2. Gracias por todos tus escritos Paco Cañamero.El día que pudiéramos acabar con esta lacra nuestra felicidad sería inmensa y tendríamos que celebrarlo a lo grande .Mientras tanto….. que gran tristeza siento en estos momentos.Un abrazo

  3. Tristeza y miseria la que nos nutre……….y sin escrúpulos las mentes que nos manipulan.
    En tu artículo,perfecta definición de :
    Mafiosos: pobres diablillos,a quien Dios libró de la esclavitud del talento.(humanitario).
    Genial artículo.

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