Dos días para el recuerdo por tierras segovianas

De la mano de la Asociación Taurina Toro de los Mozos de Riaza viajamos para hablar de toros a ese rincón. A un lugar con encanto, monumentalidad y pasión taurina situado ya casi en los últimos confines de Segovia y al lado mismo de la estación de esquí de La Pinilla, que el domingo ya lucía blanca gracias a la nevada de la noche anterior. La Asociación Taurina Toro de los Mozos, formada por  jóvenes entusiastas de la Fiesta Brava, tiró la casa por la ventana en su primer acto público invitando al maestro Juan Mora. Todo un lujo contar con un torero de tanta categoría y dueño, por mérito propio, del sello de maestro. Más aún en esta época que se utiliza esa expresión con tanta ligereza, cuando tal distinción estuvo reservada para unos pocos, para quienes son intérpretes del toreo eterno, como Juan Mora, que llegó a Riaza sintiéndose como en casa, porque es mucha la vinculación que le une a esa provincia que tantas veces lo vio triunfar en sus plazas. Además allí, concretamente en Boceguillas y La Velilla, clava sus raíces Marisa, su mujer, hija del empresario José Luis Martín Berrocal y nieta del fundador de la empresa La Sepulvedana.

Con esos antecedentes el maestro comenzó hablando de los lazos que le unen a Segovia y lo feliz que le hace viajar a esa tierra, algo que hace con frecuencia junto a los suyos, antes de entusiasmar con su palabra templada, sus conocimientos y sabiduría para llegar a un público que lo escuchó, pleno de admiración, durante las dos horas que duró la charla. Fue un privilegio estar, una vez más, al lado de tan colosal torero y hombre de bien que resuma humildad y bondad, mientras desenrollaba la película de sus vivencias y conocimientos germinados en su Plasencia natal, su niñez y juventud en esa Sevilla que lo ve hacerse torero; o más tarde ya en Madrid, en cuyo extrarradio se instala al lado de su familia, siendo ya torero de culto. Y por medio habló de aquel Pepe Mirabeleño, su padre, taurino a la vieja usanza que tenía la mejor firma en la palabra y  supo olfatear los lugares para organizar actividades taurinas llevando la Fiesta a tantos pueblos y ciudades de España; desde Tenerife al Ferrol; desde Figueras hasta Ayamonte. Mirabeleño fue su gran maestro y quien le enseñó a amar y querer esa Tauromaquia que Juan Mora vive con vocación propia de un sacerdocio. Y allí tampoco faltó su opinión sobre el empresariado, los movimientos antitaurinos y un montón de preguntas alrededor de la Fiesta da cargo de uno de sus más legítimos protagonistas. Por Juan Mora que, esta vez en el estrado y con el micrófono en mano, entusiasmó a las gentes de Segovia, quienes esa noche se fueron a la cama queriendo y sintiendo un poco más la Tauromaquia.

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No faltaron infinidad de aplausos espontáneos durante las dos horas largas de una charla que tuvo su epílogo con la emoción viva por el recuerdo de Víctor Barrio. El maestro Mora siempre estuvo muy unido a Barrio, relación que llegó gracias a Josele, recientemente fallecido, quien fue apoderado del de Grajera y también muy vinculado a Juan Mora -cuyo padre El Mirabeleño lo apoderó y condujo a la alternativa-. Juan Mora habló de Víctor y entre las vivencias compartidas contó una anécdota del golf, deporte del que Barrio fue un extraordinario jugador. Por tal motivo, en la noche de Riaza, cálida de emociones para olvidar el ambiente invernizo de la calle, el maestro lucía una corbata estampado con detalles de golf , prenda que en su día le obsequió Víctor y al recordarlo emocionó a los presentes, entre ellos a los amigos del torero malogrado presentes en la sala, que estaba llena. Porque junto a los miembros de la entidad organizadora y aficionados de Riaza, se encontraban taurinos venidos de Segovia, Cantalejo, Sepúlveda, Monzocillo, Madrid.., para prendarse de la sabia palabra del maestro. De Juan Mora, orgullo del TOREO.

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El domingo una fina capa de nieve cubría los tejados de la monumental villa de Riaza y las actividades taurinas continuaban por la provincia de Segovia, ahora muy cerca de Ayllón. En esa gélida mañana se celebraba la final del bolsín ‘El Serranillo’ en las instalaciones de la finca Aldiñigo, propiedad de Purita Linares y Vanessa Santos, viuda y hija del inolvidable empresario taurino que siempre fue un hombre serio honrado y fiel a su palabra, luchador infatigable en los caminos del toreo y recordado con nostalgia y cariño por quien lo trató. Allí rodeado de decenas de aficionados y bajo la supervisión del maestro Juan Mora y del matador de toros Joselillo se soltaron tres becerras del riojano Martínez y Pascual para dirimir quién de los seis finalistas se alzaba con el galardón. Al final el premio recayó en manos de Juan José Villa, de Manzaneque (Toledo), quien además sumará cinco nuevos contratos esta campaña en las plazas de Ayllón, Cabezuela, Yangüas de Eresma, Riaza y Sepúlveda.

16559008_10208911999541980_1858760189_nFue el bello colofón a un fin de semana de lujo y para enmarcar, disfrutando con pasión de la Tauromaquia al lado de Juan Mora, maestro que siempre ha bebido de las aguas más puras y cristalinas del toreo y ahora las transmite con su corazón humilde a la gente gracias a su palabra sabia, emotiva, culta y medida.

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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