Esta tarde, a la lorquiana hora de las 5, mientras Palomo Linares hacía el paseíllo celestial bajo los sones de ‘nuevo en esta plaza’ me imagino la que se tiene que haber liado allí arriba con tantos amigos recibiéndolo. La algarabía para recibir a quien supo sembrar tantos amigos en su tremendo amor por el toreo. Y me lo imagino siendo recibido con la admiración que supo ganar quien siempre llevó por todos los ruedos la bandera de la casta vestida de plata.
Y hoy, en medio de este verano adelantado que ha regalado esta primavera y tiene al campo convertido en un erial, justo cuando Sevilla espera su Feria de Abril y ya se barrunta la madrileña de San Isidro no se habla de otra cosa más que de Palomo Linares. Del gran Palomo, uno de los toreros de más raza que parió madre para saber defender su sitio de figura. En las arenas o en la calle. En las arenas viniéndose arriba y siendo capaz de cortar el último rabo de Madrid con todo en contra. O revalidar el éxito en México con otro éxito de clamor. O cuando todo eran zancadillas desorejar una corrida de ‘miura’ de Sevilla y salir por la Puerta del Príncipe en plenos Farolillos. O indultar al toro ‘Clavelero’, de Atanasio, en Salamanca, cuando el indulto era algo muy serio.
Con el se va una etapa del toreo, la que nació y se convirtió en la perla de los Lozano, para que estos taurinos tan avispados llegaran a reinar en el mundo del toro y construir todo el engranaje sobre la base del maestro de Linares. De un torero que podría gusta o no, pero que a nadie dejó inadvertido, a pesar de ser perla fácil de cierta crítica que no se cansó de atacarlo tras lograr el rabo en Madrid, tanto que en uno de los siguientes San Isidro después de lograr una brillante faena y no ‘entrar’ la gente en su faena decidió arrojarse sobre los cuernos del toro. Eso también es raza.
De Palomo, después de una mañana tan confusa de rumores y desmentidos, nos llegará a partir de ahora una oleada de información. Pero desde aquí, desde esta página, vayan nuestros respetos a quien fue tan gran torero. A aquel chavalillo que llamaban ‘el rata’ y dejó el oficio de zapatero remendón en su Linares para ser una leyenda vestida de plata. A que a fin de cuentas es lo que fue Palomo, quien ahora acaba de llegar a los cielos bajo los sones de ‘nuevo en esta plaza’. DEP