Vicente Del Bosque acaba de ser galardonado por la Real Federación Taurina de España con la Medalla al Mérito Taurino, máxima distinción de ese organismo para distinguir a quien siempre han alzado su voz para engrandecer la Tauromaquia. La concesión fallada en la mañana del pasado domingo y dada a conocer por Mariano Aguirre, presidente del organismo, distingue a una personalidad ejemplar que, desde el mundo del fútbol, ha hecho gala de la defensa de los valores de del toreo. Justo y merecido reconocimiento para una leyenda.
Vicente Del Bosque nunca ha escondido su gusto por la Tauromaquia. Incluso lo ha hecho en cuantas ocasiones ha tenido oportunidad de hacerlo público. Lo hace bajo su condición de conocer el mundo del toreo desde su infancia en tiempos que acudía a Educación y Descanso para jugar en el equipo formado por los toreros e integrado por gente de la talla de Andrés Vázquez o Dámaso Gómez. Con ¡Dámaso Gómez!, aquel torerazo al que la historia no ha hecho justicia y de quien admiraba la enorme clase que atesoraba con el balón. Eran los tiempos que la afición estaba dividida ente partidarios de El Viti y El Cordobés, y ya Del Bosque comenzó a admirar a su paisano, un ídolo para él. En ese ambiente salmantino envuelto de tradición taurina, un buen día Del Bosque deja atrás su casa para irse a las divisiones inferiores del Real Madrid para abrirse paso. En ese Madrid, donde le inculcaron infinidad de valores y creció hasta ser un jugador de campanillas, guardó viva la admiración taurina e incluso alguna vez se acercó a Las Ventas para ver torear a El Viti, el ídolo de su infancia, a quien pasados años años el destino los unió. Y ya desde entonces fueron grandes amigos y orgullos de su tierra.
Ahora que la principal institución del mundo del toro lo reconoce, de nuevo aplaudimos a ese salmantino universal llamado Vicente del Bosque, el mismo que siempre proclamó con orgullo su pasión por el toreo.