Las cartas de Gonzalo Caballero

Gonzalo Caballero, en el colofón de la corrida de ayer, daba una vuelta al ruedo con saber antañón. Era una de esas vueltas que le gustaba recordar el maestro Antoñete y eran un seguro para el torero, porque la importancia de Madrid despertaba la sensibilidad de las empresas y traía contratos. Hace tiempo el sabor y sentimiento de aquellas vueltas se perdió, hasta ayer que volvió a resurgir gracias a un valiente. Gracias a ese Gonzalo Caballero que tanto aportó en una tarde marcada por la mansedumbre de la bueyada de José Luis Pereda, más propia para estrellar las ilusiones de una terna que tanto se jugaba y estuvo muy por encima de ella. De una terna que merece ya volver a Madrid con un encierro más digno.

Gonzalo vivía su tarde más especial y a la que llegó con la carga emocional que trae el recuerdo de la reciente muerte de Ricardo, su querido padre. De quien fue el motor de su vida, su primer admirador y quien siempre estuvo a su lado, por eso el brindis quedó marcado por la emoción mientras en la plaza se adueñó un profundo silencio en señal de respeto al dolor de este grandioso torero. De un torero que en su aún corto recorrido ya ha cautivado Madrid tantas veces, pese a que siempre se debe sobreponer a saldos soporíferos, a mulos con pitones. A saldos que lejos de achicarlo hacen que surja un Gonzalo Caballero que cautiva con su torero cimentado por el valor, el que pisa los terrenos de la emoción, el de la firmeza, el que tiene la seguridad de cual es su sitio y el que pronto llegará la tarde de la recompensa con el triunfo que lo alce a todas las ferias. Y además, Gonzalo Caballero, tiene el añadido de una espada de oro, de un estoque que será de leyenda y lo convierte, ahora mismo, en el matador más puro de la actual torería. De momento sus dos estocadas de ayer, sobre todo la primera, han acaparado los titulares de prensa y la admiración unánime. Hoy todo el mundo habla de la espada de Gonzalo Caballero.

Siempre se dijo que el colofón de una gran estocada valía una oreja, porque esa era la suerte suprema con todas las letras. Sin embargo en estos mundos de confusión que hay actualmente alrededor del toro se han perdido muchos valores. Y ayer lo lógico es que al rodar el primer toro del madrileño debían haber aflorado los pañuelos para premiar una estocada perfecta que debió tener el colofón de una oreja. Eso si, al acabar de dar la vuelta al ruedo en el sexto y abandonar la plaza, a Gonzalo Caballero lo despidieron con una ovación de las que ponen los pelos de punta y sienten el orgullo de ser torero. Y de desear volver a ver a quien ha resucitado la grandeza de la suerte suprema.

COLETILLA FINAL: Me parece una tremenda falta de respeto por parte de Diego Ventura y su gente comparar su catorceava puerta grande en Madrid con las del maestro Santiago Martín ‘El Viti’. El rejoneo nada tiene que ver con el toreo a pie, ni los premios son comparables. Hacer eso es confundir a la gente y enfangar las aguas. Muy mal por el rejoneador de La Puebla del Río, quien en la tarde del domingo tras el triunfo se dedicó a publicar en sus redes sociales que había igualado al Viti en las salidas en hombros por Madrid. Eso es directamente un atentado y ningunear el respeto al toreo y a la gloriosa trayectoria del maestro de Vitigudino.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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