Iván Fandiño regresa a su querida Orduña convertido en héroe, amortajado de oro y acero tras perder la vida en la pequeña plaza de Aire Sur L’Adour, en esas Landas francesas que rinden culto a la Tauromaquia. En esa región donde pronto alcanzó el honor de ser un torero de culto gracias a su entrega y la pasión que le echó a sus faenas. Por eso Francia fue tan especial y cada tarde se solventó con un nuevo triunfo y desde ahora queda su nombre en el altar de los mitos. Se inaugurarán calles que llevan tu nombre, se tributarán infinidad de honores y hasta seguro que esa placita donde sufrió el tremendo percance pronto llevará su nombre para que en un futuro las nuevas generaciones sepan que sobre sus arenas murió un valiente que tributó con su vida la gloria del toreo. ¡Qué pena!
Aun siento el nudo en la garganta cuando ayer a la caída de la tarde e inmersos en la celebración festiva del Corpus las redes sociales se colapsaron con la triste noticia del percance. No queríamos dar crédito a la realidad estando aun tan presenta la tragedia de Víctor Barrio, pero es lo que tienen las redes sociales, que te tienen enterado de todo lo bueno, pero también enseguida te dan noticias que nadie quiere que ocurran y hasta te pellizcas para ver si es una pesadilla, pero al final realidad acaban mandando. Casi igual que hace un año cuando estábamos en Arévalo y llegó aquella noticia que nos dejó conmocionados por la tragedia de Teruel.
A Fandiño –torero al que nunca llegué a saludar- lo recuerdo cuando todo eran sueños y venía al Campo Charro de tentaderos, siempre al lado de Néctor, su amigo, apoderado, consejero…. Y casi a la par en tantas tardes en Madrid dándolo todo en esa época que se le emparejó con David Mora y se abría a codazos un sitio entre las figuras. Y si digo a codazos es porque a Fandiño el ‘sistema’ le hizo mucho daño al no tragar con sus exigencias logrando lo que tuvo por la fuerza del triunfo en una admirable labor.
Esas razones fueron el eje para hacerse valer, junto al respeto por su independencia, pero sobre todo por esa entrega en la plaza que lo convirtió en un torero de culto hasta encontrar esa muerte en un pequeña plaza de Las Landas, desde donde ahora regresa el héroe a su Orduña natal amortajado de acero y oro para gloria de la Fiesta.
Un torero que se ponía de verdad, dando el pecho, sin alardes de valor pero con un gran valor seco y sereno. Torero clásico con los pies asentados y medio pecho presentado y por delante, la muleta.
Descanse en Paz
Toeeei de los pies a la cabeza enemigo de los flash y entrevistas, su verdad la muleta y el Toro, cada tarde era un empezar, lo sabía, nada es gratis en este mundo, algunos como él lo pagan con su vida
¿Qué siente –o debería sentir- un ser humano al contemplar una tragedia como esta? Dolor, tristeza, empatía con la familia…Sensaciones propias de una persona cabal y con un alma limpia. Ya sea por la muerte de un piloto, un ciclista, un alpinista o de cualquier persona que pierda la vida desarrollando alguna de las diversas actividades de alto riesgo que existen. Sin embargo, hay una profesión –más arriesgada si cabe que las anteriores- en la que la muerte del profesional es vitoreada y jaleada a los cuatro vientos. ¿Y saben que es lo más lamentable de esta vergonzosa situación? Que no pasa nada. Incluso se consiente o se mira para otro lado hasta que “escampe”.
Tras conocer la triste noticia del fallecimiento de Iván Fandiño eché un vistazo por diversas webs de información general. Los medios digitales actualmente hacen las veces de “redes sociales”, ya que como la mayoría sabe, al pie de la noticia se permite que el lector pueda escribir su su opinión acerca de la misma.
La tristeza que sentimos los aficionados por la muerte de Fandiño se mezcla entonces con la rabia y la impotencia. ¡Qué fácil y barato es calumniar, injuriar y difamar al mundo del toreo en España! Los “comentaristas” aparecen como carroñeros nada más oler a sangre. Les da igual que sea un diestro, un subalterno, o un niño que aspira a ser torero…Las vejaciones llueven –con el consentimiento de muchos medios- por igual mientras en la noticia aparezca la palabra toreo.
Aman a los animales dicen. Pero se alegran de que un joven treintañero, esposo y padre, muera en el ejercicio de su profesión. No nos equivoquemos, la práctica totalidad de los denominados movimientos animalistas, antis y similares no “luchan” por salvaguardar el bienestar de los animales. Su auténtico objetivo es destruir todo aquello que “huela” a España. Y el toreo es –les guste o no a estos depravados- nuestra mayor seña de identidad. Lo fue durante el siglo XX y lo sigue siendo en el actual. No soportan que esta siga siendo la auténtica realidad.
Piénsenlo. ¿Han salido fuera de nuestras fronteras, han tenido la oportunidad de hablar con extranjeros? Digan que son españoles, ellos les dirán ¡Olé!
Descanse en paz Iván Fandiño.