¡Aquellas ferias de Logroño!

Tiempos de la vieja Manzanera cuando Logroño, taurinamente, era un vergel. Ya con la temporada exprimida, en época de vendimia y, casi siempre, acompañados de un tiempo revuelto, los primeros ‘sanmateos’ que conocí sellaron para siempre una íntima relación con esa tierra. Desde entonces en pocas ocasiones falté a la cita anual escrita en decenas de festejos en la vieja plaza y después en la actual de La Ribera, moderna pero sin sabor ni torería. A uno le gustaban más las corridas de La Manzanera, con la incomodidad de los primeros fríos, sus anuncios de ‘Whiskey Label’ en la barrera, pero con una seriedad y solemnidad que nada parece a la actual. Entonces la Feria de San Mateo era exigente, con el toro cuajado, en puntas y nada de gaitas –como les gustaba a Manolo Chopera-, dándole toda la categoría y respeto a los toreros que entraban de verdad en el corazón de su gentes. Fue el caso de nuestro Julio Robles, quien triunfó desde el debut y ya para siempre gozó del sello de distinción de ‘torero de Logroño’, que eran palabras mayores, además de contar allí con una peña muy activa. La misma que cerró su existencia el día que presentamos el libro de su titular –Julio Robles, ¡pasión torera!-, en noche marcada por tantas nostalgias.

Han sido infinidad las ocasiones que he acudido a esa hospitalaria capital, bien en su ciclo ferial o también a lo largo del año, lo mismo que ha ocurrido en el resto de La Rioja. Son decenas las charlas disertadas en esa región. En Calahorra donde Javier Gurpegui ejerce el mando taurino y un año hasta fui pregonero; también en Alfaro, siempre con Vicente Salcedo a la cabeza, señor y amigo, que me abrió las puertas para presentar libros y moderar charlas, dos de ellas inolvidables, con El Viti y Juan Mora llegando al corazón de todos los alfareño; en Santo Domingo de la Calzada, en Haro o en Navarrete… siempre brindando por los toros y la amistad en esa Rioja donde tienes la sensación de acariciar el cielo.

Hace ya un porrón de años y gracias a Alfonso Navalón conocí a la peña Peña-21, que defiende el prestigio taurino de esa tierra basado en la integridad y en la pureza. Tradicionalmente reservan el puente de la Inmaculada para venir a Salamanca y aprovechan para bajar a Las Tiesas a echar el día con la familia de Victorino, por la gran amistad que les unió al viejo Victorino, heredada hoy por sus descendientes. En esa excusión, antes, no faltaba el tentadero en El Berrocal regado con los grandes caldos de su tierra, ni tampoco la despedida final, que solía ser una comida en Salamanca con dos invitados de excepción y muy queridos para la gente de esta peña. Uno, Santiago Martín ‘El Viti’, quien en Logroño está aupado al pedestal de máxima admiración y el otro, hasta que vivió, Paco Pallarés, quien allí rompió aguas para alumbrar su deslumbrante época de novillero. Después, han sido también muchas las ocasiones que visité la sede de la peña y compartí la amenidad de sus miembros. De ese peña presidida por el gran Eusebio Apellániz, un caballero con su pasión por El Viti, Victorino Martín y Diego Urdiales, quien siempre tiene cerca a Ricardo Tricio, su fiel escudero, tan señor y enarbolando de la bandera de la simpatía y el saber estar. Y no pueden olvidarse el resto de socios, todos con la solera y categoría, ejemplo del señor Quintana, quien tanto ayudó a Pallarés desde su debut en Logroño para nacer una íntima amistad. Siempre cerca de la ‘21’ –que lleva ese nombre en honor a la fecha del día de San Mateo, patrón de Logroño y al contar la institución ese mismo número de socios- está el maestro Manolo González, palentino de nacimiento y alma riojana, que sentó cátedra a la vera del Ebro convirtiéndose en una referencia del mejor periodismo radiofónico y escrito. Del más libre y objetivo, en la onda de la categoría de la plaza y de la seriedad de la ‘21’. Manolo ha sido otra referencia de la Feria de San Mateo hasta que un día acabó harto de estos taurinos y ahora aprovecha esos días para relajarse con los soles andaluces.

La Peña ’21’ junto a Andrés Vázquez en la finca de Victorino Martín hace 25 años.

Tiempo después conocí otra entrañable asociación, más nueva y cuyo corazón no deja de latir durante todo el año para programar infinidad de actividades. Me refiero a la peña ‘El Quite’, formada por grandísimos aficionados y que tiene a Alejandro Lerena, entusiasta y magnífico aficionado, a su frente y siempre cerca de Félix –con su pasión por la divisa de Adolfo Martín-, Paco –apasionado de Juan Mora y Antonio Ferrera-, junto al resto de los socios. Y entre tantos recuerdos de Logroño un personaje que tiene un sitio de excepción es José Luis Irigoyen, rey de la generosidad y el saber estar, amigo de tantos y tantos toreros, también afín al Campo Charro y un personaje allá donde está abrazado a su bonhomía.

De entonces a ahora vivimos un montón de vivencias en Logroño por estos días feriales de San Mateo, con sus noches de vinos por la abarrotada calle Laurel y calle San Juan, el café en el Ibiza o ya última hora bajar hasta la Gran Vía para ir al Acordes –ya cerrado-, a tomar una copa acompañado de la mejor música y disfrutar de ese establecimiento que cultivaba la admiración a Juan Mora, con varias fotos en las paredes del local dedicadas por el maestro de Plasencia. En el Acordes solía aparecer a última hora Ángel ‘El Alemán’, de Villavieja de Yeltes, quien era otro entusiasta de Logroño, sin perderse ningún San Mateo y después acabaría siendo un gran amigo.

Y ahora, aunque la nueva plaza de La Ribera haya perdido el sabor que tuvo La Manzanera para mercantilizarse con el torito a modo de las figuras que tantos estragos hace a la Fiesta, lo cierto es que La Rioja siempre es un lugar de culto para volver. Aunque sea para recordar su esplendoroso pasado taurino. Porque recordar es volver a vivir.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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