Decía el genial Groucho Marx que intentar quedar a bien con todos era el principio del fracaso, algo aplicable al difícil e incierto momento de esta Cataluña que quiere resquebrajarse de España para navegar como un iceberg. Cataluña lleva ya tiempo, casi desde que tiene su propio sentido mirando solamente por ella, mientras España sangra por viejas heridas que jamás cicatrizaron y nunca supieron curar, uno a uno, los numerosos gobernantes que se pusieron al timón de sus destinos. Desde la antigua UCD de Suárez, hasta la larga etapa felipista, pasando por los gobiernos de Aznar, continuando con el periodo de Zapatero y desembocando al actual de Rajoy todos son culpables de lo que ahora mismo ocurre y ha llevado a España a la mayor tensión vivida en las últimas cuatro décadas. En mayor o menor medida todos los gobernantes quisieron quedar bien con Cataluña por miedo a las reacciones y callaron bocas a base de prebendas, aunque olviden que solamente es un parche y algún día quedarán al aire los problemas, sin que existan más soluciones. Cuando ya no se conformen con lo robado a comunidades autónomas menos reivindicativas y más calladas.
Cataluña ha sido muy suya y nunca miró al resto de compañero de viaje. Para su amplia mayoría social no existe la solidaridad y sí que ha gustado más de mirar su ombligo y nunca coger la mano del necesitado. No es de ahora, ya se demostró en la llamada Semana Trágica de Barcelona cuando los obreros barceloneses se echaron a la calle contra las medidas de Antonio Maura de seguir mandando contingentes de reservistas para defender las posesiones españoles en la guerra de Marruecos. Entonces ellos miraron por sí mismos y no por gallegos, castellanos, extremeños… en esos tiempos donde España, como ha ocurrido casi siempre, estaba en manos de pésimos gobernantes y un buen espejo era esa época cuando los países más prósperos miraban ya a Europa y nuestros políticos seguían pensando en las colonias africanas donde tantos miles y miles de jóvenes dejaron su vida en guerras que no tuvieron mayor sentido que el ego de unos pocos. Después llegó la II República y en medio de sus desórdenes el movimiento independentista catalán caló tan hondo que guarda muchas semejantes al actual. Entonces con Lluis Companys, aquel nefasto personaje que ahora tiene su imitador en Carles Puigdemont, de quien se espera que a mediados de esta semana entrante proclame, como hizo el primero, la República Independiente de Catalunya.
Y caló tan hondo se movimiento independista –además cargado de hispanofobia- que hasta la camaleónica aristocracia catalana lo apoyó sin fisuras. Sí, la misma que antes fue monárquica y tan afín a Alfonso XIII, quien tantos título nobiliarios repartió en las gentes de esa alta sociedad, entre ellos el ducado de Godó al dueño de La Vanguardia, cuya familia también se alió al radicalismo y, desde el inicio de la Guerra Civil tomó claras posturas a favor de Falange para mantenerse leal a la dictadura hasta la muerte del propio Franco. Ahí está el ejemplo de La Vanguardia, entonces ‘Española’, convertida en uno de los órganos del franquismo en Cataluña. Y junto a los Godó la mayoría de los grandes nombres y señores de Cataluña, desde los prestigiosos industriales del textil, hasta los notables y quienes gozaron de distinción. La misma sociedad que, en parte, después se alió con Convergencia i Unio con aquel ladronzuelo y chicato de Jordi Puyol al frente, quien al grito de ‘España nos roba’ logró poner tanta tierra por medio entre Cataluña y España. Después Puyol –junto a los suyos- se llevó decenas de millones –de euros- sin que nadie haya tenido valor de meterlo en la cárcel por miedo a sus represalias, en otra lectura más del tremendo acojono de los políticos de Madrid ante el grave problema catalán. Y esa misma sociedad, la que antes fue monárquica, separatista con Lluis Companys y tras la guerra de 1936 se autoerigió en franquista ahora se ha situado en el bando favorable al referéndum ilegal de Puigdemont. La que hace el caldo gordo a esos políticos que han echado pulsos –llenándose sus alforjas- para ver quién odia más a España, de cuya teta nunca se cansaron de chupar.
Y lo han hecho sabiendo cuando han podido dar su particular golpe de estado, justo en el momento que España lleva tanto tiempo ahogada en la decepción y la gente mirando para otro lado harta de tanta corrupción protagonizada por tantos miles de chorizos al mando de las administraciones. Por eso han dado su golpe, donde además ha jugado a su favor el grave error de Madrid a la hora de tapar el paraguas de tantísima corrupción bajo la sombra del nacionalismo español –tan malo como el resto-.
Ahora a esperar y desear que mañana ni en los próximos días llegue el tiro de gracias tras el golpe de estado. Y ojalá no haya nada que lamentar mientras España se desangra por viejas heridas sin cicatrizar por el mal histórico de intentar quedar a bien con todo, que como bien dijo Groucho Marx es el principio del fracaso.
Sincero y comprometido articulo. Enhorabuena
Espléndido artículo,qué bien lo interpretas y qué buena transcripción.
Mayor claridad imposible.
El periodista salmantino Paco Cañamero hace u a verídica y brillante exposición del PROCESO.
Cataluña es muy fuerte y superara la embestida de estos impotentes seres destructivos llenos de odio y faltos de sentimos viva Cataluña ¡¡ ánimo Cataluña que podemos con todos ellos !!
Verdad que tienen cara de mal follados????