Llegamos a Villalpando en el escenario de una fría mañana dejando atrás los 114 kilómetros que lo separan de Salamanca. Allí, a la hora programada, nos habíamos citado con los hermanos Javier y Damián Castaño, en el hotel Helmántico, para disfrutar de una jornada de amenidad y toros al lado de la leyenda de Andrés Vázquez. Tras un viaje ameno y conversando sobre asuntos de la actualidad alcanzamos la villa terracampiña y, en el Mesón El Toreo, ya nos esperaba el maestro, quien hacía tiempo leyendo el semanario taurino Aplausos, recién llegado en esa mañana del martes. Saludos de bienvenida y enseguida, las numerosas fotografías del protagonista, atraen la mirada de los recién llegados, algunas espectaculares y en otras rodeado de compañeros. Las fotos y también la cabeza de ‘Irónico’, el toro de Benítez Cubero con el que Andrés Vázquez tomó la alternativa, lo desorejó y comenzó su idilio con Madrid –aunque realmente había comenzado ya en su etapa de novillero con las tres puertas grandes logradas el año anterior-.
Acomodados alrededor de una mesa, Andrés Vázquez, desde el simbólico trono de su silla, habla de forma pausada y voz baja, con mucha torería en sus frases y numerosas sentencias, “el toreo es suavidad, sin forzar jamás al animal” y lo acompaña moviendo las manos como si torease a dos manos. Javier lo mira fijamente y, el maestro le habla de tardes que se anunció con corridas de Miura, en unos instantes donde, frente a frente, estaban dos legítimos protagonistas de esta divisa que ha labrado las cinco letras de su nombre con el honor y la grandeza. El ayer de Andrés Vázquez y hoy de Javier Castaño. Ambos rememoran momentos vividos con Miura y Andrés le transmite a Javier el respeto y admiración que le guarda por tantas gestas con esos toros, desde la histórica encerrona de Nîmes, a muchas otras en Madrid, Sevilla…
Lugar aparte merece el recuerdo de ‘Baratero’, feliz acontecimiento ocurrido en la carrera del maestro que, a preguntas de Javier, surge en la conversación y significó su recuperación como torero de ferias, después de ver su nombre apartado ese año, además del primer zambombazo que supuso para Victorino y comenzó a alzarlo como figura de los ganaderos. El maestro de Villalpando rememora la suerte de varas –protagonizada de manera memorable por José Cáneba ‘El Rubio de Salamanca’-, donde en cada vara le ponía más lejos el toro y la plaza se ponía en pie fruto de tanta emoción. Fue un toro al que cortó las dos orejas y le pidieron el rabo tras darle exactamente ¡13 muletazos! Pendiente de las palabras del maestro y sin perder detalle, en ese momento llega Jaime Rubio, la persona de confianza de Andrés, mozo de espadas y quien se sienta para compartir tertulia, aunque pendiente de cualquier llamada de emergencia porque ese día está de guardia –es conductor de ambulancias-.
Inevitable que la conversación gire alrededor de Victorino Martín, una divisa también tan familiar para Javier Castaño, quien apenas parpadea, al escuchar la palabra del maestro, al igual que su hermano Damián, “conocía bien lo de Escudero Calvo y desde el primer momento supe que había comprado una gran ganadería y así fue. Mira el día de ‘Baratero’ estaba anunciado Antoñete y se cayó del cartel al no fiarse, en cuanto me dijeron a mi si quería dije sí a la empresa sin dudarlo y acerté. ¡Vaya si acerté!”, indica Andrés Vázquez.
Damián le recuerda al maestro un novillo que le brindó hace un par de años en un festival toreado en la sierra de Madrid y con Javier cambia más impresiones, muchas de ellas anécdotas relacionadas con esos años de las pasadas décadas de los 60 y 70 cuando el nombre de Andrés Vázquez dictó tantas lecciones de torería en todos los ruedos. Mientras habla de Santiago Martín ‘El Viti’ –a quien guarda máxima admiración y define como su torero, junto a Belmonte, Domingo Ortega y Antonio Bienvenida-; del catalán Joaquín Bernado, sacando a coacción la tarde que se anunció con seis toros de Miura en Barcelona y él no dudó en tomar el llamado ‘puente aéreo’ para ir a verlo; a Gregorio Sánchez, su padrino y a quien aún emociona al recordarlo; pero es el mencionado Bienvenida quien ocupa un sitio de honor, “esa forma de andar en la plaza, esos andares, su interpretación a dos manos; toreé mucho con él y era una maravilla; tras su muerte maté seis toros en Madrid para que se pudiera hacer su monumento, el que hay en las afueras de Las Ventas”. También de Antonio Ordóñez, tan vinculado a él; de un rabo que cortó en Lima y, sin embargo, se llevó el Escapulario Ordóñez que solo dio una vuelta al ruedo; de otro rabo en Pamplona y la salida en hombros con su banderillero Mario Coelho, surgiendo la comparación con Javier, al tener siempre en las cuadrillas grandes protagonistas del tercio de banderillas. No quedan al margen las cornadas, duro peaje de los toreros y, en especial, de una sufrida de Salamanca en una concurso que se anunció en Salamanca al lado de Paco Camino y Juan José, donde su primero –de Victorino Martín- lo hirió abriéndole la pierna derecha en canal y dejándole secuelas de por vida.
Aconseja a los dos hermanos toreros, a cada uno en su camino, sin ocultar la admiración que tiene por Javier, en quien se ve reflejado al haber andado tanto, aunque en distintas épocas, por los mismos caminos. Todo bajo el paraguas de un encuentro apropiado de estos días del invierno, donde el maestro dictó una lección de humanidad junto a Javier y Damián, los dos toreros que fueron felices al disfrutar de una horas al lado de una leyenda. De un maestro que disfrutó tirando del ovillo de su vida para desempolvar los recuerdos que contribuyeron a su grandeza.
Bonito artículo, Sr. Cañamero. Le felicito. También lo hago por el trato exquisito y respetuoso con que trata al querido maestro Andrés Vázquez, ni que decir, el torero de Villalpando. Suerte y contratos les deseo a los hermanos Castaño esta temporada.