Claro que puede, para vencer esta batalla y las que queden por venir; porque nadie mejor que usted ha sabido vencer tantas dificultades como le tendieron. Quien fue capaz de decir “si no me invitáis a vuestra mesa vendréis vosotros a la mía” es digno de toda admiración y una garantía para superar tras superar las piedras del camino. Y eso Andrés Vázquez, el maestro de Villalpando, lo ha podido decir y presumir de ello. Porque así ha sido su vida, construir la victoria cuando los agoreros vaticinaban el final. Ahí está su interminable época en las capeas hasta que ya talludo rompió a novillero de postín y enseguida a figura. O la posterior caída, hasta la célebre faena a ‘Baratero’, en una ‘dominguera’ del verano madrileño, a la que llegó casi sin cartel con una ganadería desconocida y salir encumbrado, además de poner la primera piedra para que Victorino Martín se convirtiera en la leyenda de los criadores de toros. O mucho tiempo después al volver a vestirse de torero para escribir otra página gloriosa de su leyenda con el hierro de Victorino al cumplir los ochenta años.
Por eso, querido maestro, que usted tiene tanta raza y ha sabido pisar la dureza de las piedras con categoría antes de sembrar admiración sobre las alfombras de los mejores hoteles saldrá adelante. Saldrá con esa casta propia de los hombres castellanos que saben labrar la tierra casi desde que nacen; de quienes se viene arriba ante el castigo. Y lo conseguirá, grandioso Andrés Vázquez, que este de domingo te revuelves en la cama de un hospital zamorano tratando de liberarte de los tubos y ‘banderillas’ clavadas sobre tu piel, llena de cicatrices y modelada a golpe del sufrimiento y gloria de las cornadas.
Sabrá ganar con su serenidad, su mano izquierda, su talante y con las ganas de vivir. Con esa vitalidad que le hizo ser una gloria del toreo. Y es que, querido Andrés, al enterarme este domingo que su corazón latía muy despacio no pude manos de acordarme de ese temple en la vida, del que tanto me ha hablado. Y de su temple en las plazas cuando escribía la leyenda de un grande. Ahora, a ganarle al corazón, porque le queda mucho que decir para seguir aprendiendo de las fuentes de su vida.
Salud maestro.
Grande paco:
gracias en nombre de mi mujer y mis hijos. Siempre tienes grades palabras,que nos emocionan al leerlas, y nos refrescan la memoria que algunos parecen no tener.
Gracias por darle su sitio, en lo taurino y en lo personal, por defender la verdad que otros no han querido ver, y sobretodo por la amistad sincera que cada vez que escribes, demuestras dandole su sitio de respeto y admiracion.
Gracias Paco