Bilbao olvida su pasado

En cierta ocasión hablaba con un componente de la Junta Administrativa de Bilbao sobre la caída en picado de esa plaza que gozó de tanto prestigio histórico y resultó sorprendente comprobar que el hombre ignoraba la tremenda importancia de Vista Alegre en el fomento de las novilladas. Siendo una de las partes que tocan las cuerdas de la gestión él no era consciente del inmenso auge que gozó la capital vizcaína con la programación de festejos menores. Era tal que incluso existía hasta dos empresas para ‘mover’ la actividad taurina anual en una Vista Alegre siempre viva. Una de ellas la histórica gerencia realizada por la familia Chopera en las llamadas ‘corridas generales’ de la feria de agosto y la otra para el resto de campaña. Esta última tenía como protagonista al viejo novillero José Cruz, quien más tarde fue ganadero de postín en Salamanca de una divisa que, tras su muerte, pasó a nombre de su hijo Rafael Cruz. Con José Cruz se vivió tal auge que, por ejemplo, la pasada década de los 70 comenzó con tal importancia que Bilbao parió prácticamente a los pilares de la gran generación de matadores que llegó inmediatamente. En 1970 y 1971 brilló a los grande la pareja formada por Manzanares y Galloso; a partir de 1971 llega El Niño de la Capea, que allí fue santo y seña, al igual que hubo otro novillero muy querido en el ‘botxo’, el llorado Julio Robles, sin olvidar a Raúl Aranda, que impactó tanto en sus inicios. Los nombres citados son solamente un ejemplo de tanto relumbrón como gozó Bilbao en la promoción de novilladas, o lo que es igual en sembrar para el futuro de la Fiesta.

Sin embargo la gran calidad y cantidad taurina de esa tierra hace años que navega en las aguas de la confusión. La prueba es la enorme pérdida de público que ha dejado de acudir ante los pocos atractivos carteles, junto a unos precios abusivos y el demasiado elitismo de una Junta Administrativa que vive de espaldas a la realidad. Prueba de ello es que, a raíz de la grisura de los últimos ciclos, se salió al paso para tratar de evitar tan brusca caída e incluso varios artículos dieron con la fecha en la diana de la realidad -dos de ellos de Andrés Duque, con mucho impacto y publicados en medios vizcaínos-. Sin embargo, a la hora de la verdad los señores de la Junta han mirado para otro lado para seguir con su política. Cierto es que han programado varios carteles de interés, pero no podemos tirar cohetes si estamos matando el vivero del futuro. Si no hay novillada se están matando las posibilidades del mañana. Porque en las ‘corridas generales’ de 2018, al igual que ocurrió en 2017, se van a nutrir de lo que tienen en el congelador, en vez de cultivar la frescura, con lo cual matan el inmenso prestigio de esa plaza a la hora de proyectar novilleros.

Y ahora, otra vez sin novillada, no hacen otra cosa que matar el mañana porque la Junta Administrativa de esa plaza vive otro mundo y está más pendiente del escaparate y los flases que la realidad, al no ser capaces de trabajar sobre ideas e innovaciones. Porque en esta edición no han hecho más que trabajar sobre las ruinas que han llevado a esa plaza a una situación límite y lo más triste es que si ellos mismos no creen en futuro, por más que lo disfracen no hacen más que poner cardos en el camino.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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