A José María Sánchez Rodilla -Rodilla, en las alineaciones deportivas-, la historia futbolística le tiene guardado un sitio de honor, gracias a sus gestas logradas en el Valladolid y, sobre el conjunto castellano, en el Español de Barcelona. Charro y hombre de bien, es una referencia deportiva que llevó el nombre de su provincia salmantina y de su querido Fuentes de Béjar –el pueblo que lo vio nacer- a lo más alto. Ayer, como los viejos generales que lucen las condecoraciones de la victoria, ddejando atrás los pasos de su vida para reencontrarse con su infancia de Fuentes de Béjar y pregonar sus fiestas de verano. Allí, con su elegancia natural y su mirada bondadosa, desde el balcón del ayuntamiento, Rodilla dejó al descubierto sus recuerdos y, bajo la emoción, del momento, mientras desgranaba las vivencias, llegó al corazón de sus paisanos. De familiares llegados de todos los puntos del país y amigos, de chavales que habían escuchado a sus padres y abuelos hablar de la grandeza de Rodilla, de todo un pueblo que hizo piña para admirar y aplaudir a ese paisano que triunfó en el mundo del balón.
De quien subió a los altares del mejor Español tras protagonizar ocho temporadas para enmarcar, formando parte de la mítica delantera de ‘los delfines’ –integrada por Amas, Marcial, Re, Rodilla y José María-, que tantas alegría llevó a los blanquiazules y aún, presos de añoranza, recitan de memoria sus hinchas. Con los periquitos, además, coincide su llegada con la de Alfredo Di Stéfano, la leyenda que abandona el Madrid para ir a disfrutar de su particular canto del cisne a ese Español que entrenaba –y a la vez apuraba su época de jugador- su íntimo Kubala. Desde entonces, el gran Rodilla, rinde perpetuo culto de admiración a la Saeta Rubia, “el mejor jugador de la historia”, afirma sin dudar a quien le pregunta. A ese Español había llegado del Valladolid tras vivir una época dorada del conjunto castellano al lograr la mejor clasificación de su historia y compartir vestuario con un ramillete de paisanos -el portero Justo, los defensas Miche y Quique, el delantero Morollón-. De Valladolid a Barcelona para escribir la historia de un grandioso futbolista salmantino que, gracias al fútbol, ya hizo para siempre suya a la Ciudad Condal –aunque muy orgulloso de su cuna charra- y en su Universidad Central finalizó los estudios de Derecho que le han llevado a ser un prestigioso abogado. En ese escenario, además, conoció a una mujer de bandera, hija de un prestigioso magistrado natural de Ronda, llamada Luisa, que pronto se convertiría en su esposa y que ha sido la perfecta compañera de la vida de este hombre que ha ido por la vida aireando la bandera del señorío.
Y entre recuerdos y emociones, los momentos de Fuentes de Béjar fueron para enmarcar, mientras caía la noche y una ligera brisa fresca que llegaba de la sierra era una caricia para aliviar los calores de la tarde. Allí, con el maravilloso mundo del fútbol presente, en medio de la amistad y el afecto de quien ha sido un caballero en todos los caminos de su vida se rindió un homenaje de admiración al gran José María Sánchez Rodilla -Rodilla en las alineaciones deportivas-, quien agradeció los detalles con esa mirada bondadosa de los hombres de bien.
Asi es , amigo Paco, gran paisano y excelente persona y jugador.
Magnifico futbolista. Lo recuerdo bien y el enorme talento que tenía. ‘Los Delfines’ fueron un espectáculo del mejor fútbol. A muchos nos recordaba a los zaragozanos ‘los cinco magníficos’, que años antes causaron admiración.
Perfecta semblanza. Lo conoci en Barcelona y es un excelente persona.
Gracias, dilecto Paco. Conocí a Rodilla en un tiempo que mi padre estuvo destinado en Pucela. Saludos afectuosos, maestro.