Miguel Ángel Perera es un ejemplo a la hora de dignificar el toreo desde la independencia. De defender su sitio de figura, el que ha sabido ganarse con la clase de su interpretación y abriendo cuantas puertas grandes se presentaban en su camino, además de hacer alguna gesta para demostrar –por si existe aún algún incrédulo, aunque el extremeño desde hace tiempo lo tiene todo demostrado– que es un torerazo. Sin embargo, para este absurdo y nefasto ‘sistema’ que mangonea la Fiesta, Miguel Ángel Perera es un enemigo a batir por su independencia e ir por libre. Por no aliarse a ningún trust empresarial, por no tragar las imposiciones de unos pocos que a tantos toreros le han hecho las cuentas del Gran Capitán, teniendo que que tragar con los cristales de la impotencia.
Me encanta esta rebeldía de Perera, aunque no debe ser fácil levantarse cada mañana para seguir defendiendo su sitio y tener que superar tantas barreras. Y también las piedras del camino que le arroja el ‘sistema’ para poder manejarlo a su antojo. Pero Perera es fiel a si mismo, a sus ideas y a ese Fernando Cepeda que, tras ser torero de aficionados con un capote de oro, cambio el terno de luces por la toga de abogado y esta por la corbata de apoderado. Y ahí, Cepeda, se ha batido el cobre, ha defendido con uñas y dientes el prestigio y los dineros de Perera, mientas el miserable ‘sistema’ pretendía quitarle lo que era suyo. O anunciarlo con corridas a contra estilo. O directamente dejarlo encasa, como han hecho ahora, en esta segunda parte de la temporada donde su nombre está ausente de importantes ferias.
Tiene que ser doloroso para él, que es figura, ir siempre por las ramplas, aunque desde hace muchos años se ha ganado un sitio de honor en el corazón de los aficionados con sus grandes tardes en Madrid y en el resto de las plazas. Debe ser duro cuando lo quieren mangonear y él tenga que salir a la plaza a revientacaballo para lograr otro éxito. O sumar una nueva puerta grande en Las Ventas que calle bocas.
Duele no verlo en muchos lugares que los vieron triunfar –¡sus tardes para el recuerdo en Logroño o en Valladolid!-, más aún en Salamanca, donde los triunfos prácticamente los contó por actuaciones y en numerosas ocasiones ganó los premios; pero más duro no volver a una plaza donde hace unos años sobrecogió a todos al sufrir un horrible cornalón. Fue el recibir a un Garcigrande, en lances de rodilla, cuando al tercero lo alcanzó lanzándolo al callejón y destrozándole todas las entrañas con un cornalón en el abdomen del que a punto estuvo de morir. Volvió a esa plaza y se reencontró con el éxito y las habituales salidas en hombros por la Puerta del Toro, la última en la pasada edición. Allí donde fue aclamado y dejó su sangre, donde tiene tantos amigos y es tan querido, en la tierra de su esposa –Verónica, la hija del Niño de la Capea- ahora lo ningunean en una página escrita con la tinta de la ingratitud.
Pero volverá, porque Perera es dueño de su futuro –a pesar de ese ‘sistema’ que hace sangrar la grandeza del toreo- y señor de su presente, al ganarse todo por la fuerza de la independencia, que en el toreo es la medalla de la distinción.
Hablan de las mafias del fútbol, pero los futbolistas actuan en todos los campos y todos los equipos actuan el mismo numero de veces. El toreo lo mangonean las mafias con mucha facilidad, hasta el punto de vetar a los mejores, Perera, Talavante, Juan Mora o Diego Urdiales.