Eugenio Fernández ‘Angelete’, el decano de los toreros, era un señor. De las mejores personas que conocí. Un hombre que tenía la bondad en su mirada y un hablar pausado, con mucho temple en las palabras justas y apropiadas con su acento extremeño que siempre fue otra identidad de este gran torero nacido hace noventa y cinco en Baños de Montemayor, precioso pueblo del norte de Extremadura, ya rayando con Salamanca, famoso por sus termas.
Allí, Eugenio pronto se entusiasmó del toreo al ver su tío, el primer Angelete, que tomase la alternativa en Salamanca, de manos de Joselito, en 1917 y toros de Coquilla. Aquel Angelete enseguida encauzó sus pasos para convertirse en su apoderado y dirigir toda su carrera. Desde la brillantísima etapa novilleril de Eugenio Fernández, donde estaba llamado a ser figura gracias a la exquisitez de su interpretación formando pareja con Manolo Escudero, hasta su alternativa, que recibió en Barcelona. En aquella Barcelona que era la capital taurina nada menos que de Manolete –en el que Barcelona conoció como ‘año de Manolete’, el día de la Hispanidad de 1943-. Antes, las plazas de Sevilla, Valencia, Bilbao, Valladolid, Salamanca o Madrid se había enamorado de este muchacho extremeño que fue un prodigio con el capote, gracias esa verónica a mano baja que causó admiración. De ella quedaron numerosos recuerdos y un montón de elogiosas crónicas, como la de K-Hito titulada –¡Lances para un marco de cristal!-, con motivo de su presentación en Las Ventas.
Tras la alternativa confirmó en Madrid, se presentó en Sevilla; viajó a la América taurina –la primera vez en el mismo barco que su padrino y amigo Manolete, el ‘Marqués de Comillas’- y dejó esencia en muchas plazas, trayéndose prestigiosos trofeos, entre ellos la ‘oreja de oro’. Durante las siete campañas que permanece en activo comparte cartel con los más grandes de esa época y hace amistad con todos ellos, más que con ninguno con Manolo Escudero, su íntimo amigo, sin que a nadie pasase inadvertida la calidad de su toreo, ni la elegancia de su capote en ese periodo donde su peón de confianza era el gran Faroles, magnífico peón de brega. Sin embargo, por entonces, una discusión de su tío y apoderado con Eduardo Pages, tras una corrida que toreó en Cáceres con Manolete, perjudicó mucho a Angelete, que se vio desde entonces fuera de las ferias.
Gran señor, una vez retirado se instaló en su querido Baños de Montemayor. Allí regentó una carnicería y fue alcalde durante casi treinta años, dejando un montón de obras que quedan perpetuadas para siempre y siendo quien impulsó el moderno Baños de la actualidad. Junto a sus dedicaciones, la Fiesta siempre la tuvo presente y fue empresario de varias plazas, entre ellas Guijuelo, Béjar y varias más. De entonces, entre las gentes de la zona surgió el dicho de ‘mandas más que Angelete en Baños’ , algo que no correspondía con las formas de este caballero, que siempre dio sitio a todo el mundo. Mientras su salud se lo permitió nunca fallaba a las ferias extremeñas, ni tampoco algún día a Sevilla, Madrid o a su querida Salamanca, en la que fue uno más y contó con infinidad de amigos, entre ellos la familia de Aníbal Sánchez, cuyo padre siempre estuvo tan cerca de Angelete; o Adolfo Lafuente, donde también su progenitor –el señor Primi- fuera muy cercano. Fruto de tanta relación, la capital del Tormes, lo agasajó varias veces, ocasión que siempre aprovechaba para saludar a los amigos e ir a comer al Restaurante Valencia, ese templo gastronómico de alma taurina donde aún colgaban fotos suyas.
Allá en Baños recibía a sus amigos, a aficionados, a toreros, a periodistas y a todos cuantos se acercaron. Porque Angelete, quien fue decano de los toreros y ahijado de Manolete, tenía abiertas las puertas de su corazón y las de la generosidad, siempre con la bondad en su mirada dentro de un hablar pausado, con mucho temple en las palabras justas y apropiadas.
Amigo Paco.
Ha muerto el último torero de los 9 que Manolete doctoró.
Hace unos años, asistí a un gran homenaje que le hicieron en Madrid a:
Angelete, «El Choni» y Rafael Llorente.
Los tres que quedaban vivos y que fueron apadrinado por el IV Califa.
Tuve ocasión de hablar con los tres y fue el valenciano quien contó que al domingo siguiente de tomar la alternativa se volvieron a ver y al darle la mano a Manolete le dijo: «Maestro, hoy me lavaré la mano con la que Vd. Me deseó suerte en mi alternativa, durante esta semana no he querido mancharla con nada»
Puedes imaginar el grado de respeto e idolatría que le tenia al «Monstruo».
Por cierto que aquello fue anunciado como un cartel para la Historia.
Y te puedo asegurar que los tres toreros en cuestión jamàs se vieron juntos de luces en un patio de cuadrillas.
El acto fue de lo màs emocionante.
Un abrazo Paco.
Mi más sentido pésame, ha sido un gran seor y persona que ha hecho mucho por el pueblo.
Un gran hombre y un gran torero, que Dios lo tenga en su gloria. Mi más sentid pésame a todos sus familiares. DEP
Un buen torero en su época y mejor persona en su vida