Parafraseando a Carlos Gardel con ‘volver’, nuestro Vicente del Bosque regresa a su Salamanca para quedarse. Para ser un orgullo eterno de esta tierra y un icono que triunfó por el mundo hasta convertirse en el mejor embajador. Vuelve inmortalizado en bronce para perpetuar su recuerdo de salmantino ejemplar y de triunfador en esa Plaza del Liceo donde bombean los latidos de la ciudad.
En esa Plaza del Liceo, siempre en sus recuerdos, donde se encontraba el cine del mismo nombre que proyectó durante tantos años aquellas películas del ‘spaghetti wentern’ rodadas en el desierto del Almería, los almacenes de confección de don Primitivo Muñoz –después Cortefiel-, al lado de Nuevas Galerías –con el último grito de la moda- y ya un poco más adelante, en plena calle Toro, la heladería de Los Italianos, que él atravesaba todos los días camino del Fray Luis, del instituto donde cursaba bachiller y entre sus compañeros también se ganó la unánime admiración por su toque de balón y contundencia goleadora. Ese ágora que desde mañana acogerá su escultura era su lugar de paso durante esos años, siempre con su paso firme, la mirada seria, el pelo rebelde, cuando ni echándose soñar imaginaría que allí quedaría para siempre fundida su imagen en bronce, cuando ya en todos los continentes y, hasta en el último pueblo de España, le han tributado su admiración como grandioso deportista y él además podrá disfrutar plenamente de un reconocimiento unánime.
Y ahora Fernando Mayoral, ese escultor de las manos de oro que es otro charro universal, lo ha recreado con ese aspecto que tenía aquel día de julio de 2010 que hizo feliz a toda España. Cuando sus maneras de entender el fútbol y dirigir a un grupo enamoraron más allá de quieres era seguidores del balompié. Porque Vicente del Bosque ha ido un icono para todas las clases, una reverencia, un espejo a imitar. Un señor de alma noble y corazón honrado en todos los actos de su vida.
Allí quedará y además va a ser el punto de encuentro al que acudirá toda la gente para inmortalizarse, sacarse un selfie… Porque desde mañana se va a convertir en uno de los lugares más buscados de Salamanca y los chavales cuando visiten la ciudad en sus excursiones, o los estudiantes de los Cursos Internacionales de Verano, o los turistas nada más llegar preguntarán por la escultura de Del Bosque y a ella se dirigirán para dejar recuerdo gráfico y, enseguida, mandarla a sus familiares para decirle –al igual que en los antiguos telegramas: “llegamos bien, Salamanca preciosa”. Y la subirán a las redes sociales mostrando a ese Vicente del Bosque que un orgullo, un símbolo al que tanto hemos aplaudido y en el que todos nos hemos mirado.
Ese hermoso lugar, tan céntrico, dentro de poco hasta se llamará el ‘de la estatua de Del Bosque’ y en su paseo a la Plaza Mayor no faltarán los antiguos vecinos del Barrio de Garrido y Bermejo que, con la emoción del momento, detendrán sus pasos para observarla y decir, “¡si la señora Carmen y el señor Fermín lo vieran!”. Al igual que aquella gente con la compartió estudios en la escuela del barrio, o jugaron con él al fútbol en las explanadas situadas al lado de los viejos depósitos de la Campsa, donde ya apuntaba maneras de grandioso jugador.
Y es que Vicente, el gran Del Bosque o don Vicente –un don ganado de verdad- regresa a casa con todos los honores y el loor de los triunfadores para ser aclamado tras triunfar con un botón charro pendido de su corazón.
Me parece una idea fenomenal. Y el lugar escojido perfecto y así por si alguien podía algún día olvidar a Don Vicente, así no lo hará, felicidades Del Bosque