Dignidad para Amadeo dos Anjos

Amadeo dos Anjos fue un gran torero que dejó un rico legado artístico. Ha sido el más exquisito muletero que llegó del vecino Portugal y un hombre entrañable que sembró la semilla de la amistad. Falleció hace unos meses, concretamente el pasado tres de mayo cuando en Madrid sonaban los tambores que anunciaban la Feria de San Isidro. Se fue en silencio, cerca de su casa marinera de Plaia Grande, al lado de Casçais, donde se refugió hace años huyendo del ruido. Allí recibía a sus amigos para hablar de toros y, de vez en cuando, su íntimo Paco Camino iba a disfrutar de unos días al lado de Amadeo frente a la brisa atlántica. También lo frecuentaba Flores Blázquez, Adolfo Lafuente y hasta su muerte Paco Pallarés, junto a otros muchos, bastantes de La Rioja, tierra donde vendimió tanta admiración y cariño.

Amadeo dos Anjos llegó a Salamanca en sus años de novillero en la época que los grandes toreros de Portugal se instalaban a la vera del Tormes. Antes que él lo hizo el gran Manolo dos Santos y casi en esa etapa Paco Mendes; más tarde llegó Amadeo y después lo hizo de su mano José Falcón –que también fue otro charro más- y bastante tiempo después Rui Bento, el último de Salatugal. Una vez retirado, Amadeo nunca perdió contacto con Salamanca y durante la feria de septiembre se instalaba en Campo Cerrado, en la casa de su gran amigo Atanasio Fernández y desde allí iba a las corridas o a ver sus muchos amigos ganaderos; o a Santiago Martín ‘El Viti’, al Niño de la Capea o a Julio Robles. Aún recuerdo el día del entierro de Robles las lágrimas de Amadeo a la puerta del cementerio del Ahigal de los Aceiteros. Elegantemente vestido, con un sombrero tirolés lloraba sin consuelo por el amigo muerto. Por su querido Julio, con quien tanto convivió y a quien siempre acompañaba a los tentaderos en las caas de Murteira Grave, de Cunhal Patricia, de Vinhas… y a quien también invitó varias veces a su casa marinera de Casçais.

Porque Amadeo era todo bondad, algo que también aprecié en la ocasión que le hice un reportaje en el escenario de su querida Lisboa, o alguna otra tarde que acudí a las touradas de Campo Pequeno y previamente me citaba con él. Era un hombre de rica conversación, excelente taurino y que se desvivía con el amigo. De vez en cuando lo llamaba por teléfono, la última vez por Navidad, porque era un hombre que se entregaba, hasta que a primeros de mayo nos sorprendió la noticia  de su muerte y aquel día, con el inesperado dolor por el amigo muerto, escribí un obituario (https://www.glorietadigital.es/2018/05/04/el-portugues-que-toreaba-con-los-angeles/). Era el recuerdo a una persona tan querida, tan torero, tan amante de esa España que tanto lo aplaudió durante sus años en activo.

Sin embargo una nueva tristeza se sumó más tarde a su muerte al ser conocedor que careció de la despedida merecida y prácticamente tras su muerte fue abandonado (ignoro los motivos por los cuáles sus hijos no quisieron que tuviera exequias). Más grave fue el conocer más tarde que fue enterrado en el camposanto de Colares –cerca de Sintra- un lugar donde yacen quien no tiene nadie que lo quiera –ni perro que le ladre-. En un lugar donde nada indica que allí descansan los restos del gran torero, sin una cruz, ni una lápida. Nada de nada para quien un hombre que mereció una dignidad tras su muerte.

Lugar en el cementerio de Colares -cerca de Sintra- donde yacen los restos de Amadeo dos Anjos, el gran torero.

 

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

1 comentario en “Dignidad para Amadeo dos Anjos

  1. Vergonha temos que ter os aficionados portugueses de não lhe termos feito uma despedida como merece um toureiro .
    E vergonha teriam que ter os famalíares de não lhe terem uma sepultura há altura de um grande Maestro Amadeu dos Anjos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *