Por Antonio Risueño
Donde había una piscina, una gasolinera y la carretera de Cáceres dejaba atrás su pueblo de El Bodón; allí peleó la vida Manolo durante más treinta años. El restaurante El Refugio fue su vida, como también lo fue de Chus su mujer, desde que la compartía con él.
Cuando el viernes pasado, las campanas de la iglesia tocaban por Manolo, la tristeza de lo perdido embargaba el ambiente. Sin embargo no pudieron con el afecto y el agradecimiento de una multitud que se acercó para darle el último adiós a un hombre de esta tierra.
Manolo, Chus y con el tiempo, su única hija Paula consiguieron que El Refugio fuera un entrañable rincón; donde sus brasas dejaban en el plato las más exquisitas carnes, y la lumbre de encina en invierno y la sombra de la terraza en verano se prestaban al encuentro amigable y el relajo para quien lo necesitaba.
Manolo era un hombre recio: nunca escondió aficiones, ni gustos, ni opiniones, ni opciones políticas ante nadie; él era como era y punto. Así consiguió que El Refugio fuera su casa, donde te encontrabas con él y su familia, y a la vez te sintieras en la tuya. Llegó un momento en que por El Refugio no se pasaba, a El Refugio se iba!
De las paredes de su restaurante colgaban fotos de Julio Robles y la memoria del torero, de las paredes de su alma. Cuanta gente me ha dicho que eran parecidos: con lo que no tragaban, no tragaban!
Hace casi tres décadas en el libro Salamanca, tierra de toros, el recientemente desaparecido Juan Carlos Martín Aparicio comenta esto, a la hora de reflejar la ganadería del Raboso: “Comemos en El Refugio, bonito mesón de El Bodón, que regentan los taurinos Manuel Fonseca y familia, y que lo han convertido en parada obligatoria de taurinos y empresarios-allí relajados…” Eso fue El Refugio, eso fue Manolo un lugar y una persona con esencia taurina, donde a nadie se obligaba a ser taurino sencillamente era un lugar contagioso para todo aquel que la afición le corriera por las venas. Durante años pasó por allí lo mas granado de la torería andante, coincidiendo con el fulgor de las ganaderías de Raboso, mayormente y Andrés Ramos. Y a ninguno se le olvidó el sitio.
Ahora, que con 65 años recién cumplidos se lo ha llevado una traicionera cornada al rápido paso de banderillas de la jubilación, confiamos que sea servido para siempre en compañía de sus padres Nisio y Juana, su cuñado Jenaro, su hermana Angelita, Adolfo el los caballos, Isidro González, Domingo Raboso y su padre, Andrés Ramos y su sobrino Javi, Eugenio ‘El Canario’, Fructuoso El Rubio’. Y tantos otros que hicieron que hicieron del Refugio su casa y que ya los buscamos, con Manolo, tras el teso de la eternidad.
A los que vemos a Manolo y a gran parte de su entorno tras la niebla del pasado, no nos queda más que clamar: Gracias Manolo, gracias por todo y hasta que Dios quiera.
Mi más sentido pésame a su hija y a dioni y choni que son los que más conozco pero también para toda su familia
He sentido su perdida. Una gran persona.Siempe junto con mi familia nos atendía con amabilidad y siempre había un hueco para nosotros . Me uno al dolor de su familia. Esposa, hija y hermana . Soy
Del pueblo vivo en Salamanca. Le ruego al Todopoderoso le tenga entre sus elegidos. Mi oración por su alma