Poca gente sintió tan dentro sus orígenes como Juan Agustín Regalado, quien siempre alzó a los aires del orgullo la bandera de La Fuente de San Esteban, su pueblo. Fuentense de oro –o cazurro puro, como a él gustaba decir- era feliz con sus amigos, paseando por esas calles y siempre con la alegría innata de quien fue una gran persona y sintió tanta identidad con su cuna. Fallecido a primeras horas de la mañana del jueves, en el centro oncológico del hospital central de Bayona, queda el recuerdo de un amigo, de un paisano, de quien nada más que floreaba la primavera ya contaba los días que faltaban para los Corpus y venirse a su pueblo para disfrutar los mejores días del calendario de su vida. Amigos, abrazos, saludos, baile, ronda va y ronda viene… para nadie pasaba inadvertido este emigrante asentado en la vasco-francesa Bayona que siempre tuvo abiertas las puertas de su casa para los amigos y paisanos.
Su adiós ha sido un hachazo inesperado, porque luchaba contra una enfermedad a la que había batido por dos veces, siempre con esas agallas para vencerla aferrado a su espíritu indomable, a su afán por conseguir todo aquello que se propuso, que fue la misma Biblia que marcó los pasos de sus días. Y ahora, cuando ya veía la luz del final del túnel, nos llegó la noticia a mediodía del jueves, algo que fue como un hachazo al corazón, porque era el adiós de un tipo íntegro, con el mismo que habíamos hablado unos días antes para desear un venturoso 2019 y citarnos el próximo veintitrés de abril en Irún.
Pronto hará dos años que vivió el mayor acontecimiento de su existencia. Fue a raíz de ser invitado por Manolo, el alcalde, para dar el pregón de Corpus. Y Agustín, hecho un pincel, fue dichoso desnudando sus sentimientos ante el paisanaje, con el orgullo de quien regresa tras recorrer tantos camino de la vida desde el pedestal de los triunfadores. Aquella noche emocionado recibió la más cálida y cariñosa ovación de sus amigos y de toda esa gente con la que soñó comerse el mundo. Hoy, con la congoja de su muerte, recordamos esos momentos, porque realmente fue el epílogo a su vida, el adiós a su querido pueblo con el cariño de todos. De esa Fuente de San Esteban, punto de partida de todos los caminos de sus sentimientos y donde pidió descansar el sueño eterno, cuando en la tarde del miércoles ya supo que había sacado el billete para su viaje al otro mundo.
Hasta siempre, querido Juan Agustín. Fuiste un gran amigo, porque eras un tío puro y divertido, alegre y natural. Que la tierra te sea leve.
Bonito y entrañable Paco.
Lo mejor el gran recuerdo que nos deja Juan Agustín.
Recuerdo la emoción con la que leyó su pregón, Paco. Era el hombre más feliz de la tierra, de la suya, de La fuente de San Esteban. Yo también recibí sus felicitaciones -en francés- para este año que acaba de comenzar. Que los cielos le guarden en su misterio y que sus paisanos lo guardemos en nuestra memoria. Merecida.