Antonio Pérez, de San Fernando, leyenda del Campo Charro

A sugerencia, también, de varios lectores os paso una última entrevista que le hice a don Antonio Pérez, en 2009. Fue la última que realizó en vida, porque él era poco amigo de salir en los 'papeles'. Desde aquel día han sucedido muchas cosas, pero su forma de pensar y sus ideas sobre el toro bravo siempre son buenas para tenerlas como modelo.

Aquí os le dejo:

Llegamos a la cita y ya esperaba sentado en una mesa, con su porte erguido, elegantemente vestido. Le acompañan dos de sus hijas, quienes escuchan con admiración a su padre, mientras éste hurga en sus recuerdos y habla de la ganadería, arte del que es un sabio. Se trata, nada menos, que don Antonio Pérez, de San Fernando.

Tras el saludo cambiamos unas palabras y comenzamos la conversación.

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Don Antonio, ¿es usted el decano de los ganaderos charros?

Sí, creo que sí.

¿Cuántos años tiene?

Acabo de cumplir 91.

¡Y de España también!, ¿no?

Sí, soy el más veterano y el de más años.

¿Y sigue en la brecha?

Sí, procuro acudir al campo a montar a caballo y estoy pendiente de lo que sucede en los toros.

¿Desde cuándo es ganadero?

Desde siempre, desde que nací.

¿Y por su cuenta?

Desde el año 1942. Entonces empecé con el hierro de Pérez-Angoso.

¿En su larga etapa, cuál ha sido su mayor éxito como ganadero?

No recuerdo, nunca me ha gustado presumir de los triunfos. Ni hundirme ante el fracaso.

(Enseguida una hija le habla de un toro lidiado en Madrid en una Feria de San Isidro)

Ah sí, creo que lo toreó Palomo Linares y fue el toro de la Feria de Madrid. Ya sé cuál, pero no recuerdo con exactitud el año. Fue un toro muy bueno.

Su padre fue el mítico AP, un ganadero de leyenda, un hombre que además abrió muchas puertas del Campo Charro, ¿qué enseñanzas sacó de él?

Muchísimas. Fue un hombre que amaba el campo y al toreo y tuvo dos ganaderías distintas. También cultivó unas magníficas relaciones públicas. En Madrid estaba muy bien relacionado. Pero sobre todo era un magnífico ganadero.

Antonio Díaz-Cañabate se refiere mucho a su padre en el magistral libro ‘Historia de una tertulia’.

Sí, mi padre era muy amigo de Díaz-Cañabate, de Domingo Ortega, de Sebastián Miranda, de Pemán, de Cossío… Fue un hombre muy relacionado que en aquella época residía varios meses al año en Madrid.

(En Salamanca hubo un periodista que sentía verdadera admiración hacia el mítico don Antonio Pérez. Se trataba de Enrique de Sena, que siempre se refirió a él como su maestro y de cuyas fuentes bebió durante la época que Sena ejerció la crítica taurina en El Adelanto).

 

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Su padre compró la ganadería de Gama, en Portugal y después, la de Martínez, dos vacadas que usted conserva, ¿no?

Sí, trajimos lo de Gama desde Portugal, porque tenía vacas de Parladé, que a mi padre le encantaban y fue las que dejamos. Desde entonces se mantiene como tal, al igual que lo procedente de Martínez.

En su casa se practicó siempre la trashumancia, ¿guarda muchos recuerdos de esas épocas?

Sí, había que llevar el ganado hasta El Campillo, que está en Extremadura por el cordel, porque aquí el invierno era muy duro para los ganados. Allí pasaban el invierno y cada viaje era una aventura. Se tardaba unos seis días, pero había que extremar las precauciones. Me llamaba mucho la atención la forma que tenían las vacas de proteger a los becerros al atravesar los ríos.

¿Cuál es el secreto para que la trashumancia se haga bien?

Gente que sepa, pero el secreto de la trashumancia está en los bueyes, sobre todo a la hora de atravesar los ríos, si no las vacas se ahogarían.

¿Cuánto hace que dejaron de llevarla a la práctica?

Hará unos 20 años, ya con los camiones se hace todo en el día. Aunque también tenemos una finca al lado de La Fuente de San Esteban, que se llama El Torrejón y para llevar el ganado desde San Fernando siempre lo hacemos a caballo, por las cañadas, aunque cada vez hay más problemas sanitarios.

¿Cómo contempla el actual panorama ganadero?

Se han incrementado las ganaderías. Ahora hay muchísimos toros, bastantes más que antes y la competencia ha aumentado. Han llegado  ganaderos que están para figurar, juntos a los de siempre, que, con épocas buenas o malas, se mantienen, pero hay demasiados toros y por eso sobran un montón, aunque ahora también se daban más corridas que nunca (aviso al lector que esta entrevista fue en 2009, época que aún el ladrillo hacía furor).

Hombre, los ganaderos que llegan tras enriquecerse en otros sectores, se aburren pronto, eso al menos es halagüeño, ¿no?

Sí, hay gente que busca un escaparate y luego se aburre y se va, lo malo es mientras están.

¿Añora mucho a la Salamanca ganadera de su juventud?

Era muy distinta a la actual. Ahora hay muchas más cosas, la vida ha cambiado, las comunicaciones. Pero entonces se vivía mucho más la ganadería, se estaba bastante más en la finca. Las faenas de campo eran de otra forma y los toreros permanecían varias semanas en las ganaderías, donde venían desde que pasaba Reyes hasta casi el principio de las primeras ferias. Entonces, casi no había coches y había que ir a coger el tren a Robliza de Cojos o al Villar de los Álamos, que funcionó como estación hasta el accidente tan grave que hubo en la estación. Además se andaba mucho a caballo y aquí en Salamanca también teníamos caballos.

¿En Salamanca?

Sí, teníamos las cuadras en lo que después se ha llamado El Callejón de la Bomba.

(El Callejón de la Bomba se llama a la calleja que parte de Concejo, donde está el restaurante Valencia. El lugar donde estaban las cuadras de Antonio Pérez es donde estuvo la popular churrería ‘Las JJJ’ y actualmente hay un bar de copas).

¿Recuerda cuando cayó la bomba?

Sí. Recuerdo que llegué de permiso, porque yo estaba en la Guerra y al ver tanto alboroto, al principio pensé que estarían de obras en casa.

¿Cómo vivió la Guerra Civil?

En el frente.

Después de la Guerra Civil, Salamanca tuvo mucho auge taurino al no sufrir apenas daños la cabaña ganadera de aquí, ¿no?

Aquí no se sufrieron los azotes propios de la guerra. No sucedió como en otros lugares donde desaparecieron ganaderías enteras. También la feria siguió su curso y se daban corridas; por ejemplo, en 1938, en Salamanca tomó la alternativa el hijo de Juan Belmonte.

En su época surgen los primeros toreros ganaderos, como su hermano Juan Mari, Luciano Cobaleda, el hijo de Juan Belmonte… ¿a usted no le tentó probar suerte como matador?

Sí, pero como rejoneador. Lo hice en unas corridas, hasta que un año en Valencia me tocó matar los sobreros de Fallas. Después lo dejé.

Entonces como rejoneador estaba únicamente Álvaro Domecq, ¿no?

No había empezado todavía; el que había rejoneado con más éxito era Antonio Cañero, de Córdoba.

¿Su hermano Juan Mari cuándo comenzó a torear?

Ya al final de la Guerra. Juan Mari era más joven que yo.

¿A lo largo de su dilatada vida profesional, qué toreros fueron los que más le interesaron?

Todos. Me fijo en todos los detalles, me gusta valorar lo bueno que existe y estar al tanto de lo que acontece desde el primer toro hasta el sexto.

Pero mójese, diga nombres.

Manolete, un torero importantísimo y puente natural entre dos épocas del toreo. Pero he sabido valorar y apreciar a todo aquel que toreó bien.

Ahora Manolete vuelve a estar de moda, ¿qué le parece todo eso?

Un torero tan grande como Manolete siempre estará de moda, pero que sean justos con lo que se dice.

¿Quiénes eran los toreros que más iban a su casa?

Domingo Ortega mucho, también Marcial Lalanda y Manolete; después los Bienvenida y los Dominguín, pero hubo muchos más. Recuerdo cuando reapareció Luis Miguel, en 1973, que estuvo varias semanas en casa, junto a Antonio Bienvenida, porque los dos volvieron juntos. Luis Miguel era un atleta y había tardes que nosotros no tentábamos y sin embargo sí lo hacía mi tío Alipio en Matilla y cogía y se iba corriendo, para hacer piernas. Salía de San Fernando y se iba por Cojos hasta Matilla.

(Al referirse a su tío Alipio, don Antonio recuerda la figura de don Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, uno de los grandes hombres de la ganadería charra y padre de los actuales Alipio, Javier y Fernando.)

Todos los ganaderos de Salamanca de su época hablan mucho del gitano Joaquín Rodríguez ‘Cagancho’, ¿usted lo conoció?

Mucho. Tenía más personalidad que nadie , era muy medroso, pero de mucho arte y no pasó inadvertido.

¿Y de los salmantinos?

El Viti, que ha sido una figura de leyenda, un torero con una calidad impresionante. Y además todo un caballero, al que tanto yo como mi familia queremos muchísimo. Lo tuvo todo como torero y lo tiene todo como persona. También El Niño de la Capea ha sido otro torero al que he seguido mucho y que ha sido muy grande, en mi casa ha estado desde que empezaba hasta el último día. Y Pedro es otro pedazo de persona.

Salamanca no es justa con él, ¿verdad?

No. Él además de una figura y una magnífica persona siempre ha sido un hombre que se ha sentido muy orgulloso de ser charro.

¿Y de los más nuevos?

Todos, hoy el que hace bien las cosas y torea con clase da gusto verlo.

Usted es muy amigo de Manuel Benítez ‘El Cordobés’, ¿es cierto?

Sí. Y es más, de toda la gente que he conocido desde abajo, el más agradecido conmigo ha sido Manolo. Estuvo bastante por aquí y un año se colocó en Robliza para sacar remolacha, pero con la condición que lo dejaran marchar si había tentadero en San Fernando. Al principio venía muy harapiento y en casa siempre le dábamos algo de comer o un poco de ropa y aquello lo valoró muchísimo.

¿Sigue viéndolo?

Poco, pero cuando está en Salamanca viene por casa y ha sido muy agradecido. Fíjate que una vez quedó con unos empresarios en San Fernando y les exigió toros míos; entonces, a la hora de cerrar el contrato pedí tanto, lo que creía que debía pedir. Entonces, Manolo me dijo, no eso no, pide eso que te lo van a dar. Era mucho más dinero. Así era El Cordobés, un hombre agradecido.

¿Qué le pareció como torero?

Muy bueno para la Fiesta y además toreando muy bien con la izquierda. El Cordobés fue muy positivo para los toreros, para los empresarios, para los ganaderos… Con su llegada se revolucionó todo, la gente llenaba las plazas y todo el mundo hablaba de toros.

¿Ve muchas corridas al año?

Todas las que puedo, en la provincia no me pierdo ninguna, las de la feria de aquí, también voy a Santander, antes a Sevilla y algunas más.

¿Ya no va a Sevilla?

Desde que murió mi mujer no. Además también murieron Pepe Murube, Luis Algarra, Eduardo Miura… todos grandes amigos y con los que siempre pasaba la feria, con lo que se me hace un vacío muy grande.

Me hablaba de Santander, ¡qué feria más atractiva!, ¿a que sí?

Muy buena. Llevo muchísimos años yendo a Santander, primero a Santoña donde hay una plaza al lado del mar que es preciosa. Allí daban dos corridas y en una lidiaba Pérez-Angoso y en la otra AP, los dos hierros de la casa, así que nos quedábamos por allí. Pero después, cuando San Sebastián, que era donde veraneábamos, se puso tan mal comenzamos a acudir a Santander, porque poseía el mismo clima y teníamos muchos amigos. Entonces daban una corrida y después, tras la llegada de Hormaechea, que fue un magnífico alcalde, la feria subió para arriba, porque se hizo todo muy bien. Ha sido un ejemplo y hoy por hoy, es una magnífica feria que lo tiene todo. Pero que no se duerman, que es fácil echar abajo todo lo conseguido en caso no de seguir en la misma dinámica y cuando las gentes nuevas no saben del esfuerzo que hay detrás.

Referente a la ganadería, ¿qué criadores tuvo idealizados más allá de su ámbito familiar?

Lo de Coquilla era muy bueno y los toros se lidiaban en todas las ferias.

¿Y su tío Graciliano?

También, eran toros con casta y emoción. Mira las faenas de Chicuelo, al que hicieron figura cuando su carrera necesitaba un empujón o después a Manolo González, que también se hizo figura un ‘graciliano’.

¡‘Corchaíto’ y ‘Capuchino’!

Si, así se llamaban esos toros.

Otra figura ganadera fue Atanasio Fernández, ¿qué opina?

Muy bueno y con visión para hacer una gran ganadería. Particularmente, Atanasio fue un hombre muy querido para mí.

¿Qué opina sobre Victorino?

Mira, yo soy el que mejor lo conoce de Salamanca.

¿Y eso?

Lo conozco desde 1942. Ese año mi padre compró Puerta Verde, una finca en El Escorial. Por aquellos años íbamos unas veces mi hermano Juan Mari y otras yo y estábamos allí una quincena. Recuerdo que era plena postguerra y en la sierra de Madrid no se podía comprar pienso para el ganado y se morían las vacas. Entonces, iba por allí Victorino, que era el carnicero de Galapagar para ver si había ganado para venderle.

¿Como ganadero qué le parece?

Ha sabido adaptarse a los tiempos y sabe vender fenomenal, porque le sirve todo. Tiene mucho mérito. Recuerdo cuando me dijo que se iba a Extremadura, donde andaba comprando la finca Monteviejo y me preguntó si la conocía.

¿Y la conocía?        

Claro, porque nosotros teníamos la finca al lado, El Campillo, que está en la carretera que va de Perales a Hoyos y le dije cómo era.

(La finca Puerta Verde, tras el reparto familiar correspondió a Amelia, hermana de nuestro protagonista; precisamente, en ese mismo lugar, en su plaza de tientas, la vaca ‘Conocida’ volteó a Antonio Bienvenida, produciéndole tan graves lesiones que falleció días más tarde. Corría el año 1975).

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Después de una hora de conversación nos despedimos de don Antonio, quien a continuación se une a un grupo de amigos con quien comparte tertulia cada mañana. La despedida es con un hasta pronto, porque el crítico cuando en el saludo final, aprieta la mano del veterano ganadero lo hace con el orgullo de haber estado con un hombre de bandera, quien junto a su estirpe ha contribuido a llevar tanta grandeza ganadera para el Campo Charro. Lo peor es que después de una charla tan larga y amena habría para llenar un montón de páginas, por eso otro día habrá que volver a rescatar sus recuerdos.

 

 

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

3 comentarios en “Antonio Pérez, de San Fernando, leyenda del Campo Charro

  1. ¡Qué buenos recuerdos de esos tiempos de grandes ganaderos y grandes personas, pero sobre todo, qué nostalgia de tus entrevistas y crónicas en la Tribuna! ¡Ah, y un gran recuerdo también para ese gran periodista, Enrique de Sena y ese gran periódico, el Adelanto! Menos mal que te tenemos a ti y a esta publicación digital. Sigue deleitándonos con tus crónicas, nuevas y viejas, amigo Paco.

  2. Entrevista magnífica la de D Antonio , precisa , clara y muy constructiva en especial para mi que me aclara algunas lagunas que tenia acerca de esta magnífica familia gansders y legendaria de Los Pérez-Tabernero.

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