¡Ay, las novilladas!

El mundo del toreo sigue con el paso cambiado, sin querer poner medios para arreglar su desaguisado global y dentro de su particular barca cada uno rema en las aguas de su interés, mientras tanto pierde la propia Fiesta, que no deja de desangrarse. A nadie, cabal y objetivo, le pasa de largo la decadencia a la que ha llegado por las cosas mal hechas, sin que al final se dé el paso adelante. De ponerle el cascabel al gato para solucionar. Es al caso de la repetición de los mismos toreros un año sí y otro también en las ferias, del elevado precio de las entradas, de la pérdida de encastes –atentado gravísimo contra la cabaña brava y la reciente venta de la finca Alcurrucén es otro hecho-, del exceso de monotonía. De un ‘sistema’ que, descaradamente, no busca más que su propio beneficio dándole de lado la grandeza y conservación de la Fiesta.

Pero mucho más grave aún es el carpetazo a las novilladas en numerosas ferias y olvidar la promoción, o lo que es igual a matar al mañana. Más aún cuando viene de quienes más deben fomentar la Fiesta, que es responsabilidad de la gran empresa. El gran problema es que estamos ante un sistema empresarial nefasto y sin ideas de futuro. La Fiesta está en manos de un empresariado carente de imaginación y solamente mira para su bolsillo –¡el dinero pronto y en la mano!, dicen- sin importarle que mañana también volverá a salir el sol en medio la carencia de ideas, de falta de sensibilizar al aficionado, de motivar a la juventud… Y nos busquen a otro lado, no culpen a Podemos, ni a los antis. Los culpables de dejar la Tauromaquia al borde del precipicio tiene nombre, los grandes empresarios y sus monopolios.

La gran empresa mira a otro lado de la realidad y sigue aferrada al oscurantismo, olvidándose del futuro. Por ejemplo que en la cantera de las novilladas hay que invertir para sacar a la luz a nuevos valores. Sin embargo nos encontramos con que no sabe qué es invertir, porque a ellos le gusta que se lo den todo hecho. Es triste decirlo, pero el mejor ejemplo es el de un árbol que tronchas y, entonces, ese año tienes calor; pero al siguiente ya no tendrás fruto. Ni por tanto futuro, con tantos chicos que atesoran magníficas condiciones y deben desertar de su sueño aburridos por falta de oportunidades.

Tampoco hay conocimiento de la historia y se olvidan los grandes momentos novilleriles que nos ha dado la Tauromaquia, en ocasiones con más importancia que las propias corridas. Ahí están los tiempos de Pedrés-Jumillano o de El Litri-Aparicio, sin olvidar que después ha habido novilleros con muchísimo nombre, hasta que de unos años para acá el ‘sistema’ ha envenenado la besana de las nuevas ilusiones. ¡Qué error, Cristo del amor hermoso!

Aprovecho estas líneas para escribir con añoranza de las ediciones que tanto disfruté en el plaza donostiarra de Illumbe -ahora que debe cambiar su paso para no morir- con el Certamen Internacional de Novilladas que era una maravilla, hasta que lo dejaron morir. Se celebraban en febrero y de ellas salieron toreros de la talla de César Jiménez, Javier Castaño, Javier Valverde, Sebastián Castella, Salvador Vega, Leandro… en un espejo que debería mirar la gran empresa. O años antes a aquel Bilbao -que también debe cambiar toda su estructura- que era un nido para echar a volar a nuevos novilleros, todo antes que Juan Manuel Delgado y Javier Aresti, ambos en su ánimo de figurar, hayan sido los grandes culpables de destrozar esa gran plaza. Y en este punto la Fundación del Toro de Lidia debería implicarse más en la defensa de los jóvenes valores, en vez de estar mayormente al servicio de las figuras.

La Fundación del Toro de Lidia debe comprometerse en el fomento de las bases para programar un gran certamen de novilladas. Eso sí que luciría de verdad, porque es la base y el mañana. Ese mañana olvidado por quienes han manipulado los palos de la Fiesta desde la élite haciéndolo un daño tremendo a la Tauromaquia. Sobre todo el irreparable daño de matar las novilladas.

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Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

1 comentario en “¡Ay, las novilladas!

  1. Increíbles aquellas novilladas de illumbe, a las cinco de l tarde los sábados de febrero y unos 4.000 espectadores,muchos amigos míos se aficionaron esas tardes, se podía ir por poco dinero y era un plan estupendo.

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