Aún consternados del tremendo drama de Román con ese tabacazo que nos encogió el corazón y durante varias horas nos tuvo pendientes sobre las alarmantes noticias que llegaban de su estado, este tarde –también con el duro revés de la grave cornada sufrida por Sebastián Ritter- me ha gustado Eugenio de Mora. Más allá de haber cortado una oreja -una de las más serias del actual San Isidro- hay que valorar su actitud, además de ese toreo añejo que ha regalado en el final de la tediosa corrida es una delicia; esa forma de doblarse y de citar, de justar el embroque y de torear con esa cadencia que traen los años. Sin ser una faena rotunda, de esas de enloquecer, al menos lo fue para aficionados.
Fue el mejor toro del encierro, pero también es cierto que en manos más inexpertas se hubiera ido, porque no fue fácil hasta que el toledano le supo tocar las teclas y regalarnos un bellísimo trasteo lleno de poso. Ahí también quedó la evidencia entre la madurez que aportó y la diferencia con los diestros modernos que, en la mayoría de los casos, cuando no pueden practicar ese toreo de dar pases bonitos y deben someter para poder al toro con la técnica de la lidia, son incapaces. Por eso, el trasteo de Eugenio de Mora, pero ha sido para saborearlo y le ha permitido cortar una de las orejas más serias del ciclo. Y ya digo que no fue rotundo, pero sí dejó el sabor en una faena de aficionados.
PD: Mi deseo para la pronta y total recuperación para Gonzalo Caballero, Juan Leal, Luis David Adame, Manuel Escribano, Román y Sebastián Ritter, los toreros heridos en el ciclo madrileño.