Carasucia, un toro de bandera

Colea en las crónicas y las redes sociales la magnífica corrida santacolomeña presentada por la divisa leonesa de Valdellán, ayer en Madrid. Especialmente ese tercero, de nombre Carasucia, con todas las papeletas para alzarse como el más bravo del serial de San Isidro y dejar reflejado su recuerdo en un azulejo del patio del desolladero. En el particular paseo de la fama de los grandes toros de Las Ventas.

De momento, ante quienes añoran tanto esta sangre, prácticamente desaparecida, fue como un milagro volver a ver un toro con esa prontitud, con esa chispa y emoción que definió a los Santa Coloma; a esos toros a los que hay que hacerla las cosas muy bien, en faenas breves y sin dudar ni un momento de su condición. Porque si dudas o te desarma date por perdido. Y realmente eso ocurrió, mientras los corazones de los aficionados vibraban de emoción ante aquel gran toro criado en el páramo leonés por Fernando Álvarez Sobrado, aficionado que cuando decidió dedicarse al noble arte de la ganadería lo tuvo claro y, sin ninguna duda, adquirió la ganadería del Casillón, con base de Hoyo de la Gitana y a la que posteriormente refrescó con vacas de Pilar Población.

¡Cuántos me hubiera gustado ver con ese toro al siempre añorado Julio Robles! A él que le gustaba esa prontitud, la repetición de las embestidas que trataban de comerse la muleta y además humillando, algo que tantas veces hizo con los Dionisios, los joaquinuendías, los felipebartolome, los de sangre santocolomeña de sus paisanos Alipio y de Javier Pérez-Tabernero, a quienes firmó faenas inolvidables y guardadas en la memoria. O a cualquiera de aquellos toreros que dejaron el legado de grandes faenas con esta histórica sangre, de los que aún sigue en activo Juan Mora, que cuajó varios de ellos de forma sensacional, ¡aquella tarde de Talavera con Robles y Ortega Cano, frente a Dionisios donde la gente salió toreando de La Caprichosa!

Tampoco soy quien para hacer una crítica al damnificado Cristian Escribano, quien tuvo la mala suerte de tocarle ese toro. ¡Toda la vida deseando que te embista un toro en Madrid! Y fue mala su suerte porque aún le falta experiencia y recursos para enfrentarse a un astado tan encastado, de ahí que en cuanto sufrió un desarme ya se enteró Carasucia cambiando por completo el decorado de la lidia y además le tocó la tremenda molestia del viento. El suyo fue el ejemplo de estos nuevos espadas que los enseñan a torear bonito y carecen de espejos para mirarse, ni tampoco saben lidiar ese encaste que ha dado tanta gloria a la Fiesta. Y eso que dicen que ahora se torea mejor que nunca, que salgan muchos  de Valdellán, que entonces la limpia será importante.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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