La huella charra de Manolete

Se cumplen 76 años de la muerte en Linares de Manuel Rodríguez Sánchez. Del colosal Manolete, dueño de una personalidad extraordinaria. De quien tanto se ha escrito –es el torero del que más libros se han publicado-, de quien más se ha hablado, disertado en conferencias, mesas redondas… Sin embargo en ningún lugar se escribió o habló, o publicó, algo fundamental en su trayectoria como fueron sus habituales retiros invernales en el Campo Charro, lugar elegido para la búsqueda de su paz interior.

Durante la feria de Salamanca de 2017 tuve el honor de conferenciar en el precioso Casino de Salamanca sobre el paso del coloso por esa tierra, bajo el título La huella charra de Manolete. Ese día glosé sobre las vivencias y anécdotas protagonizadas por Manolete durante los siete inviernos que se estableció en las fincas de Salamanca, tierra a la que se desplazaba cuando llegaban los fríos invernales tras la bajada del telón de la temporada.


Luciendo una capa charra que le regaló don Antonio Pérez y le confeccionó Celso García, el más afamado sastre salmantino 

Manolete escribió parte de la grandeza del Campo Charro, al igual que tantos otros toreros, fraguaron su arte al amparo de las ganaderías de esa tierra. Algunos de la importancia de Manuel Jiménez Chicuelo o Manolo Granero, aunque estos lo hicieron desde sus inicios, mientras que Manolete vino ya en sus tiempos de figura. Después llegarían infinidad de ellos, tanto que gran parte de las figuras guardan numerosos vínculos con Salamanca. En el caso del coloso de Manolete fue íntima su vinculación con Salamanca por el recuerdo de tantas cosas acaecidas durante los siete años que frecuentó sus campos, convirtiéndose su presencia fue habitual en las principales casas ganaderas de la provincia. Manolete viaja a Salamanca durante los inviernos comprendidos entre 1940 y 1945. También lo hace por dos veces en 1946, año que solamente torea en España la Beneficencia de Madrid y pasa parte del año en América. Por último, en la primavera de 1947, realiza sus últimos viajes al Campo Charro.

La primera persona de aquí –o instalada aquí- que conoce a Manolete y tiene relación con él es Isidro Ortuño Jumillano, padre de Emilio Ortuño Jumillano. Él hace posible su debut de novillero en La Glorieta en 1937, además de estar siempre muy unido a la futura figura y de frecuentar su casa de Martín de Yeltes –hechos referenciados en el correspondiente capítulo dedicado a Jumillano-.

Una familia muy identificada a él fue es la de Galache, en cuya casa solariega de la finca de Hernandinos –cercana a Villavieja de Yeltes- pasaba largas temporadas. Aquí la semilla de la amistad se siembra en el momento que José Flores Camará, el apoderado, llama a Paco Galache para decirle que van a venir a reseñar dos corridas y un festival, después de haber matado unos festejos y disfrutar con la calidad de esa divisa. A partir de entonces comenzó una amistad tan fraternal que, antes de empezar la temporada, disfrutaba de un tiempo en Hernandinos. Y a la par llegaron históricas corridas triunfando con estos toros que pastaban en Hernandinos, entre ellos un mano a mano con Domingo Ortega, en Toledo. O la inolvidable de Valencia donde cortaron hasta las patas en una apoteosis total.

Manolete, que era un hombre de costumbres sencillas, disfrutaba en el campo y en él era feliz aprovechando para cazar, tentar y tertuliar al calor de la chimenea, también como buen andaluz ningún día faltaba a la siesta. Después le encantaba coger la escopeta y salir al monte a ver si encontraba un bando de perdices. Se cuenta que el primer conejo lo cazó en Hernandinos y él mismo afirmaba que le había producido tanto emoción como torear.

Los tentaderos le gustaban que no fueran muy largos, ni con gente, por lo que casi nunca solía tentar más de tres vacas, al ser partidario de apurarlas hasta el final. Lo justificaba diciendo que, “la que es brava lo es hasta el último momento y a veces se le descubren los defectos cuando ya se le han dado más de cien pases”. En un tentadero lidió a la famosa vaca Trianera –de la rama Urcola-, que fue madre de varios sementales emblemáticos en la divisa de Galache. En la finca pasaba semanas enteras saliendo solamente para ir a misa a Villavieja de Yeltes, siempre acompañado de los hermanos Paco, Salustiano y Eusebia. Su presencia en Villavieja –pueblo que guarda toda la pureza de las tradiciones charras- era un acontecimiento y la chiquillería admiraba sorprendida a quien era el mayor ídolo social de la época. El desplazamiento se hacía en el vehículo de Manolete, que aparcaba en la preciosa Plaza Mayor, excepto las veces que la ribera venía crecida y debían atravesarla en un coche de caballos, que era propiedad -y aún conserva- la familia Moro, dueños de la fonda de Villavieja –uno de ellos es Antonio Moro Fondaco, novillero que rivalizó con El Viti en sus inicios-. La fonda de Villavieja la frecuentó en otras ocasiones para comer y reunirse con más ganaderos de la zona, caso de Manolo Santos Galache, Dionisio Rodríguez o Rogelio Miguel del Corral.

Comentado con Atanasio Fernández un tentadero, sentados ambos en el brocal del pozo de la casa de Campo Cerrado.

Los desplazamientos también los aprovechaba para hacerse calzado campero que se elaboraba con los magníficos curtidos de Villavieja de Yeltes y el afamado artesano zapatero, señor Pompeyo Cuadrado, los convertía en preciosos botos. También le hizo botos y botines de tafilete, el señor Ciqui, del pueblo de Carrascal de Obispo, otro nombre destacadísimo entre los grandes artesanos del cuero que dejaron impronta en la provincia de Salamanca.  Como anécdota señalar que la última vez que acudió a Hernandinos, en 1946, se celebró un tentadero en honor de la Duquesa de Alba, recién prometida con Luis Martínez de Irujo. Dado que ese año compareció una única vez en los ruedos, la Duquesa insistió en verlo torear y como solamente podía ser en el campo, invitada por la familia Galache se dirigió –junto a su prometido- a esta finca charra para disfrutar con su toreo.

Tras Jumillano y la familia Galache, su abanico social se fue extendiendo en la provincia y goza de amistad con los hermanos don Antonio Pérez y don Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, cuyas fincas frecuenta y triunfa habitualmente con sus toros. Con don Antonio coincide que su hijo Juan Mari empieza a torear y entre ambos surgen las confidencias propias de mozos de la edad, junto a la rendida admiración del salmantino por el cordobés, con quien comparte numerosas jornadas de campo. También se verán en numerosos carteles, incluso fue testigo de su alternativa aquí en Salamanca, en la feria de 1942, del que hay una curiosa anécdota reflejada en la semblanza de Juan Mari Pérez-Tabernero.

Manolete era un hombre observador, inquieto y elegante en el vestir. De ello da fe que un buen día de invierno se prendó de las elegantes capas castellanas que lucía don Antonio y, más aún, su hermano don Alipio. Al transmitirle a don Antonio su gusto por esa prenda, éste lo acompañó hasta la sastrería de don Celso García, la más prestigiosa de Salamanca, situada en la calle Zamora. Allí se tomó las medidas de una capa y a los pocos días, al ir a buscarla y abonarla, el dueño le dijo que ya estaba pagada por don Antonio. Fue una capa que estrenó el once de diciembre de 1944, fecha que es homenajeado por la intelectualidad en el famoso Lhardy de Madrid, al que acudió luciendo esa preciosa prenda que tanto llamó la atención.

1946 es especial para él y solamente, torea en España la Beneficencia de Madrid celebrada en septiembre. Entonces pasa mucho tiempo en Fuentelaencina, el pueblo de Lupe Sino, lo que no impide que viaje varias veces a Salamanca, siempre en su precioso Buick azul, que trajo de América para preparar el gran acontecimiento de ese año. En una de las esas ocasiones, siendo Manolete y lo que su nombre suponía, no lo dejaron quedarse a dormir en la casa que estaba invitado, al venir acompañado de Lupe Sino y no estar casados. Entonces se estableció en el Gran Hotel de Salamanca, siendo la primera vez que dormía en ese establecimiento lejos de la feria de septiembre.

Ese mismo año, en agosto coincide en Bilbao con don Alipio Pérez-Tabernero Sanchón a quien le pide venir unos días a su casa porque lleva meses sin ver un pitón. Don Alipio, encantado, lo invita a venir a Matilla y allí permanece dos semanas. En uno de esos días se celebra en la ermita de la finca la misa por el alma de doña Pilar, la mujer de don Alipio, fallecida a la edad de treinta años y Manolete acompaña al patriarca junto a sus hijos, quienes comulgan en el oficio. El torero no lo hace y al finalizar se disculpa con el ganadero: “Perdóneme don Alipio por no ir a comulgar, pero sepa que convivo con una mujer sin estar casado y estoy en pecado mortal”.

Durante esa estancia, el propio don Alipio y sus hijos, se dan cuenta que cada tarde se desplaza al pueblo de Matilla de los Caños para ir a la centralita telefónica, algo que llama la atención al tener ellos su teléfono particular en la casa ganadera. A don Alipio, percatado, le indican que las conferencias son a una mujer y entonces se dirige al torero para decirle: “Manolo sé que vas a llamar a la central de Matilla y te quiero decir que tienes el teléfono de la casa para ti, para lo que quieras”. A lo que el torero le dijo: “Es que entienda mi situación, don Alipio, no quiero molestar”.  Este fue otro hecho más que daba fe de su prudencia.

Acartelado con el salmantino Juan Mari Pérez-Tabernero y el sevillano Pepe Luis Vázquez

También fue asiduo en Campo Cerrado, en la casa de Atanasio Fernández, con quien intimó tanto. Allí, en la preciosa casa de esa finca estuvo la ultima vez que vino en Salamanca. Fue en 1947. Aquel año llegó de América en febrero y hasta junio que comenzó la campaña, la última y de final trágico, el mes de mayo lo vive en Campo Cerrado, donde le encantaba ir con el propio Atanasio y con el mayoral, el inolvidable Domiciano Pombo Domi a ver los toros a caballo. Tienta de manera habitual, aunque aquí por la cercanía de la finca con Martín de Yeltes, Cabrillas o La Fuente de San Esteban, se extiende la voz y, a diferencia de aquellos de soledad que tanto le gustaban, son frecuentados por la infinidad de curiosos que se desplazan a verlo. Y aprovechaban para admirar su impresionante vehículo, aquel que al llegar a algún lugar lo primero que decía era ponerlo al servicio de quien lo necesitase. Tras su marcha en la casa de Atanasio Fernández, donde también compartió momentos con don Manuel Arranz, excelente e inolvidable ganadero, que es otro amigo de Manolete, quedó la habitación tal cual la dejó y así ordenó el propio ganadero que nadie la tocase.

En esa lista tampoco podemos olvidar a más gente. A leyendas ganaderas vinculadas a Manolete. Es el caso de los Sánchez Rico, don Ángel Sánchez y Sánchez o a aquel salmantino universal llamado Manuel Sánchez Cobaleda, todos cercanos a él. De igual modo en esta lista aparece don Vicente Charro, quien crío numerosos toros que le facilitaron el éxito. A Llen, la finca de don Vicente, acudió en varias ocasiones y, una tarde después del tentadero, mientras comentaban cómo fue el desarrollo de la tienta, el grandioso torero se comió, él solito, una bandeja de obleas entre la sorpresa de los asistentes. Hasta entonces no conocía ese exquisito dulce tan salmantino y, a partir de ese momento, cuando venía a Salamanca era obsequiado con ellos y procuraba acopiar unas docenas para llevarlos a su casa de Córdoba.

La vida sigue y llega Linares y su feria de San Agustín que nunca debió estar en los calendarios. ¡Ay Linares! Para matar una de Miura, con Luis Miguel Dominguin, que tanto apretaba y su amigo Gitanillo de Triana, para abrir cartel. Entonces ya se manifiestan sus ojeras, fruto del cansancio y él no deja de pregonar su deseo de que llegue octubre para buscar la paz. Ese octubre que nunca llegó para Manolete. Esa noche, España, se acostó con la inquietud de la grave cornada inferida a Manolete por el toro Islero, tras escuchar la noticia en Radio Nacional y a la mañana siguiente se levantó con la trágica noticia de su muerte. Por la tarde, al llegar los primeros periódicos vespertinos anunciando su muerte, la gente hacía colas en los kioscos. Salamanca sintió aquella muerte como algo propio y, a las pocas fechas, se celebró una misa en su memoria en la iglesia del Carmen, de la calle Zamora, quedando numerosa gente sin poder acceder al abarrotado templo. También las ermitas ubicadas en las fincas ganaderas de Matilla de los Caños, Llen o la pequeña iglesia de Campo Cerrado acogieron celebraciones religiosas a su memoria.

España, sobrecogida por el drama de su ídolo, también vivió la otra cara de la moneda en la infinidad de muchachos que despertara n su vocación taurina al son de esta muerte que aupó a los altares de la mitología al protagonista.

¡Porque había muerto Manolete!

Conferencia celebrada en el Casino de Salamanca con motivo del centenario de su nacimiento

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

10 comentarios en “La huella charra de Manolete

  1. Caña ese comentario sobre Manolete lo tiene que conocer mucha gente porque es muy interesante y lo voy a enviar a un montón de contactos.

  2. Gran artículo sobre Manuel Rodríguez. Yo lo conocí una tarde que fue a tentar a Fuenlabrada, de Rogelio Miguel del Corral. Fuimos en bicicleta el que luego sería mi mayoral, Millán Méndez y yo, en 1947…

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